En la Ibiza plácida entregada al festín del turismo nadie diría que aún sobreviven las pulsiones intestinas de nuestra guerra civil 1936-1939. Muchos de los protagonistas o simplemente testigos adolescentes ya han fallecido, no sin antes habernos dado una lección de perdón o al menos de olvido prudente. Fue tal el salvajismo de aquellos dos meses de verano y después el período de represalias, que ningún ibicenco quedó con ganas de remover el horror.

Tuve que presentar un programa dedicado a la guerra civil en la conexión balear de TVE. Busqué inútilmente durante semanas a tres protagonistas a los que invitar en el debate. Fue imposible. Solo dos hombres buenos y valientes me acompañaron a los estudios de Palma: Guillermo Tuells, abogado y quien fuera párraco de San Mateo, Antonio Costa Boned. Nadie se atrevía a sentarse en una mesa y compartir civilizadamente algunos recuerdos y opiniones, y eso que ya era a comienzos de la década de los 80. Salvé la situación cómo pude y hasta yo intervine como comentarista ocasional, para suplir aquella carencia.

Muy pronto aprendí, a comienzos de los 70, que este tema no se tocaba. Joven icnonoclasta, con ímpetu para hacerse un lugar en el mundillo, pero jamás pude penetrar el muro de silencio. Solo el efímero semanario UC, financiado en gran parte por el empresario Alonso Marí Calbet, que entonces jugaba a rojillo, publicó un informe sobre algunos hechos luctuosos en Ibiza y Formentera. Lo pagaron caro, de hecho, aquellas revelaciones sentenciaron la revista, que jamás consiguió un mínimo de publicidad para autofinanciarse y el hoy millonario empresario se cansó de pagar, como les suele ocurrir a estos pudientes pitiusos que se embarcan en aventuras periodísticas: poco les dura la vocación cuando han de rascarse el bolsillo.

Hace unos días, un jovenzuelo –probablemente hijo de este insensato proceso de catalanización de Ibiza– la emprendió a martillazos contra la lápida de la catedral, donde se referencian los nombres de los asesinados el 13 de septiembre de 1936. La Iglesia dejó 21 sacerdotes asesinados en un mes. ¿Regreso al horror?