Durante los 45 días que los leales a la República controlaron las Pitiusas entre los meses de agosto y septiembre de 1936, 21 sacerdotes fueron asesinados. En 2008, el Obispado inició un largo proceso para que estos mártires sean beatificados por el Papa al ser ejecutados por defender la fe católica y nunca renegar de ella. No obstante, esta lista pudo ser más numerosa. Hace una década se erigió junto a la iglesia de Sant Joan una estatua en memoria de Vicent Ferrer Guasch, quien durante muchos años fue el titular de la parroquia que también lo vio nacer. Mossènyer Cama, como así le conocían todos en Sant Joan, fue uno de los pocos prisioneros del castillo de Ibiza que pudo escapar de las ametralladoras y las granadas lanzadas aquella fatídica noche del 13 de septiembre en la que perdió a su hermano Josep, también sacerdote. Y lo hizo tras recibir un tiro de gracia que, afortunadamente, no fue mortal. Vicent Ferrer se tapó la cara con el brazo derecho, una bala se lo atravesó, impactó en la cara del sacerdote y le salió junto a la oreja, sin llegar a matarlo. Malherido, bajó por el Portal de ses Taules y llegó a la desaparecida Clínica Alcántara, en la actual avenida Ignasi Wallis, donde fue curado de sus heridas. Aquella herida en el brazo le impidió volver a tocar el violín. Y es que, según cuentan, Mossènyer Cama fue un gran apasionado de la música. Vicent Ferrer Guasch no está entre los nombres que El Vaticano estudia beatificar, pero su recuerdo y su historia permanecerán grabados en la memoria de sus vecinos.