Una de las cosas más delirantes a la que estamos asistiendo camino de ese referéndum coñazo, que nos tiene agotados a todos, y del que debería emanar por ley exprés la independencia de Catalunya —tanto del resto de la vieja piel de toro como de la Unión Europea— es como los cabecillas utilizan las instituciones democráticas del país que odian cuando les interesa y cuando no les interesa dicen con toda la jeta que no van a acatar la decisión de esta instituciones del sistema democrático que oficialmente tenemos. Así Puigdemont, en el caso de que le inhabilite el Tribunal Constitucional o que le llame al orden, ya ha dejado claro que no va a admitir el requerimiento; vamos, que se pasa, como los desarrapados de la CUP, la decisión del TC por el forro. Dice este Honorable que no va a admitir los envites del TC, como si él tuviera potestad para ello, pero a la vez él y su equipo de independentistas pata negra están constantemente acudiendo al mismo Tribunal Constitucional o a las instituciones del estado democrático del que se quieren desgajarse, para que les ampare con todos los supuestos pisotones que, por vía administrativa, están recibiendo del Centralismo. Vaya por Dios, vaya con Rajoycito, estos «ens estan tocant els collons», a la gallega o la riojana. Incluso se plantean denunciar a los jueces y a la benemérita que ha ido a su guarida o al sacrosanto Parlament a recabar informaciones con mandamientos judiciales. A falta del apoyo del TC, no les queda otra que recurrir a la CUP, a Yoko Ono, a Guardiola o Lluís Llach. Ni la ONU, ni ningún país, salvo Maduro y Marinaleda, les ampara. Acabarán yendo a denunciar a la guardia civil a una comisaría de la guardia civil.