Vergonya Ke sagna, dejó escrito el émulo de los profanadores podemitas/catalanistas que han sido premiados con distintos cargos en los ayuntamientos de Barcelona, Cádiz, Madrid, Valencia, o como diputados o senadores.

No voy a defender al descerebrado o al adoctrinado, que le defiendan quienes le han deformado su sistema de valores o quienes aprovecharán esta acción de propaganda y lo celebrarán en privado. Que son muchos. Pero sí decir que estos actos parecen fruto del Zeitgeist que nos impregna, del espíritu de los tiempos, al menos desde que irrumpió Zapatero y sus cómplices bajo el sonido destructor de las bombas de Atocha. Aquel día España perdió, como mínimo, el acuerdo tácito desde la Constitución de 1978 de concordia y de respeto de un marco legal que nos ha dado el período de paz y progreso más prolongados de la historia de España.

Hablar de esto a esta generación amamantada en la agitación y propaganda desde 2004 es como hablarles en sánscrito. Todo parece salir gratis al rufián, al destructor o al militante en kaleborrokas. Parece, pero no es cierto: alguien paga todo esto, y con mucho esfuerzo. El ejemplo de la deriva catalanista nos demuestra lo fácil que es destruir. Mucho tiempo tendrán (o eso espero) de aprender que cuesta muchísimo más construir.

La lápida está en el recinto interior de una institución religiosa que no se rige por leyes ni memorias políticas. Quien no quiera estar dentro que se salga. Si al delincuente tanto le gustan los martillos (y las hoces) póngase a trabajar de picapedrero, que en Ibiza tendrá mucho que hacer. Y si quiere llegar a diputado estudie. Si lo que busca es fama, considere que no es buen camino la infamia.