Circulan por Hispania unas tribus prerromanas que se dicen de izquierda o hooligans del nacionalismo independentista que nos están todo el día machacando con la cantinela de que España es un país autoritario. Está claro que no han viajado y está claro que nuestra Democracia es manifiestamente mejorable, especialmente si hubiera la adecuada separación de poderes y la corrupción desapareciera; pero aun con tan pesado lastre, las cotas de libertad en España son notables. Los que sostienen que Franco en realidad no murió, que es un poltergeist con mesa y mantel en la Moncloa, no hacen más que soltar mentiras que a fuerza de repetirlas se convierten en postverdades. Cotas de democracia, veamos: que un país permita que individuos fláuticos como Rufián, los de la CUP, Echenique o Gloria Santiago, que encima hacen apología de la dictadura venezolana, anden a sus anchas por los Parlamentos de las Españas, eso dice mucho en favor del sistema democrático nuestro y poco de la sabiduría de los votantes. En Gran Bretaña y Francia, países inventores del parlamentarismo, esos formatos no se dan. Otra cota de democracia: que asistamos al escenario de cómo un grupo de cuperos, pdcateros y junquerianos inventan leyes ilegales y se pasen la Constitución por el forro y no les ocurra absolutamente nada, eso no sucede en ningún país constitucionalmente civilizado (recuerden cuando Alemania le cortó el rollo a Baviera con un solo decreto). Lo anterior dicho es buena muestra de que España no es un país autoritario, sino que hasta deja que sus hijos hagan y rehagan y exploten victimismos hueros. Pero el gran problema que tenemos es el sistema educativo que permite formar futuros votantes cool de escasísimo nivel cultural que son susceptibles de facilísimo adoctrinamiento, y si no arreglamos eso, lo llevamos claro.