La figura humana era superior al deportista. Palabra del maestro José María García. Nieto era un ángel, esbozaba su amigo Ricardo Urgell mirando el cielo de Ibiza. Un gran tío, un gran padre, reiteraba Gelete, Ángel Nieto.

El 26 de julio mi amigo Víctor me comunicaba el accidente. Un coche ha chocado contra un quad en Santa Gertrudis. Hay un herido grave. El herido era Ángel Nieto. La enorme figura del 12+1 veces campeón del mundo de motociclismo atrajo hasta Ibiza a decenas de medios de comunicación. Aquel día muchos tuvimos el primer contacto con Gelete y Pablo, enormes. Las jornadas avanzaron, todo evolucionaba hasta que llegó la fatal noche del jueves. El expiloto, la leyenda, el ángel, dejaba huérfanos a sus hijos y a todo el motociclismo. «No sólo se ha ido vuestro padre, se ha ido el padre de todos», apuntaron a Pablo Nieto desde el Gran Premio de la República Checa.

Las emociones vividas en la despedida del campeón del mundo fueron muy especiales, brutal la llegada de la comitiva al Puig de Missa de Santa Eulària. Gelete, Pablo y Hugo agradecieron el paso del medio millar de moteros que recorrieron 16 kilómetros junto a su ídolo y acto seguido agradecieron uno por uno el acompañamiento prestado por los agentes de la Guardia Civil.

La muerte de Ángel Nieto y los homenajes rendidos me devolvieron a un primer plano los emotivos momentos vividos con la despedida de Daniel Viñals. Aquella caravana de bicicletas recorriendo Vila y aquel último recuerdo en la arena de Talamanca. A Ángel y Dani se suman otras nueve víctimas mortales en la carretera. Demasiadas para unas islas en poco más de siete meses. Por el recuerdo de ellos. Pongamos freno.