Cada par de meses o de años sale alguien -en general algún socialista- proponiendo animosamente un cambio de nuestro modelo turístico. Hace muchos años que me rendí a la evidencia: Ibiza nunca será Madrid, ni siquiera Bilbao con su ‘Gugui’, donde cientos de miles o de millones de turistas de todo el planeta llegan concentrados para regalarse una semana o dos de turismo cultural: ópera, conciertos de rock, museos, bibliotecas, galerías, toros, fútbol, espectáculos en general. Ibiza nunca será esto y quizás no hace falta. Tenemos un modelo imbatible. Se trata del sol y playa, el eje central que ansían nuestros visitantes. Naturalmente podemos revestirlo y adornarlo con música, rock, discotecas, drogas, un par de museos y sexo. Pero esto mismo podría ofrecerse en Los Alpes o en Candanchú y nadie lo ha conseguido.

Nadie ha hundido Ibiza, en todo caso se hundirá por las majaderías de algunos empresarios y por la mediocridad e impotencia de nuestros políticos locales. Ibiza tiene pocos enemigos, aunque muchos han intentado relegarla a un segundo plano, Mallorca la primera. Pero Ibiza siempre acaba sobresaliendo. Ahora todo depende de los pitiusos, qué sepan diagnosticar los problemas y ponerles remedio o al menos paliarlos.

Sol y playa se ha de traducir en aguas litorales cristalinas, playas confortables y accesibles, calas conservadas. ¿Seguimos estas pautas? Que cada cual se conteste.

El turismo que viene a España, lo hace por el sol y las playas. La prueba es que tenemos cuatro comunidades autónomas (Extremadura, Castilla León, Castilla la Mancha y Aragón) que están entre las regiones europeas... menos visitadas por los turistas extranjeros.

El turismo, una bendición, crea una de cada cuatro empleos en España. ¿Lo cuidamos o lo hundimos?