La presunta república catalana, a tenor de lo visto, tendría similares garantías democráticas que la Popular de Corea del Norte, la bolivariana de Maduro y a publicitaria de Ikea. O sea, a dos dictaduras y a un spot. En realidad, ese es el camino diseñado por el separatismo y enfurecido por su punta de lanza, la extrema izquierda totalitaria de las CUP. Imponer como sea, y violando las leyes, incluso las propias, y derechos que sea preciso, sus designios y delirios, prefabricando para ello un spot de una falsedad gobelssiana y estalinista que a fuerza de martillear desde la infancia y sin respuesta ha concluido en parecer como verdad revelada. Pero cuya mentira es de origen, de camino y de destino.

Mienten más que hablan. Mienten con absoluta desvergüenza, mienten con la impunidad de quien sabe que no será replicado, porque no permite que la réplica se escuche. Mienten en todo. Cataluña no solo no es un «país oprimido» sino que ha sido la democracia española, a la que ahora traicionan vilmente que les ha otorgado el mayor nivel de autogobierno de su historia y de Europa y un respeto de sus señas identitarias, como lengua y cultura, que ellos han extremado hasta convertirla en persecución de la lengua común y compartida.

Mienten obscenamente sobre el futuro. La UE le ha dicho por escrito y de palabra una vez tras otra que quedaría de inmediato fuera, que su acto es además de agresión no solo a las leyes constitucionales españoles sino también a las Europeas y la ONU les ha expresado con la misma contundencia que el derecho de autodeterminación solo es para colonias y pueblos oprimidos y que no son ni por asomo ni lo han sido nunca y con la democracia menos ni una cosa ni la otra. Argumentario y argumentadores, como Junqueras el domingo, a quienes solo cabe definir como «un saco lleno de mentiras» , frase que tomo prestada de Alfonso Guerra.

Porque si hay alguien que se esté comportando de manera impositiva, opresora y represora son ellos. Una muestra fue el esperpento parlamentario reciente pero las pruebas han sido desde hace lustros y ahora con total descaro, continuas y cotidianas. La más eficaz el adoctrinamiento desde la guardería, la estigmatización del «desafecto» y la utilización de los medios de comunicación, a los privados agarrándoles económicamente del cuello, a los públicos, «su» tele y «su» radio, convirtiéndoles en lo más parecido a la «Prensa del Movimiento» franquista que uno ha visto reaparecer en estos 40 años: La voz del «Régimen», el «No-Do». Algo más tosco, incluso.

Todo ello para lograr arrasar y amordazar a la mayoría, porque es mayoría, lo fue en las urnas que quisieron ser plebiscitarias y se quedaron con solo un 47,5% contra un 52,5% de votantes lo que significa un apoyo real al secesionismo de poco más de un 30% del censo total, y porque lo es, a tenor de los sucesivos sondeos, cada vez más creciente. Una mayoría que en vez de llamar silenciosa ha de ser mejor definida como silenciada. Porque esa es la realidad: Una mayoría silenciada.

En Cataluña y que ahora quiere extenderse a toda la ciudadanía española, a la que pretenden silenciar por la vía rápida de extirparle su soberanía. Un intento éste, el de expropiación de nuestros derechos que nos compete a todos, pues a todos los españoles a quienes pretenden robarnos y encima hacernos pasar por ladrones. Ahora lo que pretenden hurtarnos es el voto.

El votar en ocasiones, y esta es una clamorosa, no solo puede no ser un acto democrático sino exactamente lo contrario pues se está usurpando un derecho de los demás, de todos, se apropian de lo que no es suyo y se pretende decidir en exclusiva sobre algo que ha de ser decidido por todos. La perfecta estafa a la democracia con la excusa de ejercerla.

El último acto de la farsa es otra pretensión torticera: la de impunidad ante la Justicia. Para Puigdemont el «Inhabilitable», así como para toda la tropa secesionista, la Justicia les «amenaza» y los Tribunales les «persiguen». ¡Qué gran confesión de parte!. La Justicia, es cosa de preocupación ante todo para quienes delinquen y saben que lo están haciendo. Para los ciudadanos honrados, al contrario, es amparo, es garantía y es derecho. Es eso, Justicia. Y no es de extrañar, desde luego, sino alivio, que los delincuentes la teman.