Las fiestas de los santos, que en nuestra Diócesis celebramos habitualmente de un forma especial dos o tres veces al mes a lo largo del año, gracias a las bonitas fiestas de los titulares de las parroquias, con la presencia de tantas personas y entidades, entre ellas los dignos Ayuntamientos, son unas actividades que nos pueden hacer mucho bien para nuestra vida en la tierra y preparación de nuestro destino al cielo. Así, en las fiestas religiosas de la Virgen y de los santos conocemos más su vida y actividades, aprendemos su acogida de la Palabra de Dios en sus obras y sus enseñanzas y ellos nos ayudan notablemente con su intervención ante Dios a favor nuestro.

El próximo jueves es la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista, al cual tenemos dedicada una parroquia en el pueblo de San Mateu d’Albarca y con esa ocasión tenemos la oportunidad de aprender cosas de la vida de San Mateo para organizar nuestra vida y contar con su intervención ante el Padre a favor nuestro.

El primer obispo de Ibiza, Mons. Manuel Abad y la Sierra, al erigir las primeras parroquias de la Diócesis dedicó una parroquia a San Mateo. La iglesia de Sant Mateu d’Albarca fue erigida en el siglo XVIII para atender a los vecinos del llano, que hasta entonces formaban parte de la parroquia de Sant Miquel. El templo comenzó a levantarse en 1785 y fue concluido en 1796. Los lugareños trabajaron sin descanso para tratar de terminarla. El templo cuenta con una sola nave y ocho capillas laterales. El amplio porche le fue añadido a finales del siglo XIX. Destaca por su campanario esquinado, hecho que lo asemeja notablemente a los templos de Sant Carles y Sant Llorens. El altar mayor es de 1968.

San Mateo tenía como nombre civil Levi y residía en Cafarnaúm, ciudad de una gran importancia comercial por estar situada en la gran ruta recorrida por las caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y, también, a causa de su proximidad a la frontera que separaba el territorio de Filipo del de Herodes Antipas. Mateo ejercía como recaudador de impuestos en nombre de este último.

De acuerdo con el propio evangelio de San Mateo (9:9) y el de san Marcos (2:14), Mateo se hallaba en su despacho de recaudación de tributos en Cafarnaúm, junto al mar de Galilea, cuando Jesús le dijo: «Sígueme.» San Mateo respondió con admirable prontitud a la exhortación al apostolado del Maestro: se despidió con un suntuoso banquete de sus amigos y de su vida pasada y siguió, pobre, los pasos y la doctrina de Jesús.

Como la ocupación de Mateo, recaudador al servicio de Antipas, tetrarca de Judea, era mal vista y aun despreciada por el pueblo judío, los fariseos criticaron a Jesús al verlo comer con los publicanos y los pecadores, a lo que Jesús contestó: «... No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Marcos 2; 15-17). Se supone que Jesús le impuso el nombre de Mateo, que significa “don del Señor”.

La tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en Etiopía y Persia. Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su Evangelio, que, por su destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la realidad de una comunidad ferviente y disciplinada, esencialmente judía en cuanto a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu misional.

Mateo, pues, una persona que escucha a Jesús, le hace caso, transmite sus palabras y enseñanzas y dedica toda su vida y actividades a ser evangelizador, es decir, a servir que la gente sea cristiana. Una magnifica y buena enseñanza para todos nosotros, siendo pues, fieles a Dios y ayudando a los demás a que lo sean. Que esta fiesta, contemplando la vida y enseñanzas de San Mateo, nos ayude a ser también nosotros evangelizadores para el bien y la alegría de los demás.