Para víctimas de la LOGSE, sean o no nacidos en las Islas Baleares, diré que Fray Junípero fue un franciscano nacido en Petra (Mallorca, que no Jordania) que evangelizó California en el siglo XVIII.

Un concejal llamado Mitch O’Farrell, que no es más necio porque se esfuerza pero no acaba de entrenar bien, ha conseguido que el Columbus Day deje de ser fiesta en Los Ángeles (pronto The Angels y, si no, al tiempo), lo que tal vez explique la decapitación y destrozos que han sufrido estatuas de Colón y de fray Junípero, hoy canonizado en uno de los pocos actos sensatos que ha llevado a cabo el papapampero, en varios lugares de Estados Unidos.

Como escribe la doctora Roca Barea «La moda ahora en la heroica lucha, a toro pasado, contra la discriminación es el indigenismo», pero conviene añadir que los supuestos enemigos del indigenismo nunca son blancos anglosajones protestantes (wasps) y sí, siempre, blancos católicos. Sigo reproduciendo a la doctora: «El concejal Mitch O’Farrell no va a pedir que se retire la Medalla de Honor del Congreso con que fueron condecorados los veinte soldados del Séptimo de Caballería que, obedeciendo órdenes, perpetraron el genocidio de Wounded Knee el 19 de diciembre de 1890 sobre población Lakota desarmada e indefensa. Primero se les prometió que se respetarían sus vidas si entregaban las armas y así lo hicieron. Después fueron rodeados por cañones manejados por los veinte heroicos soldados y bombardeados hasta la aniquilación, con mujeres y niños. Tampoco se va acordar O’Farrell de la matanza dirigida por el general Custer en Washita en 1868 sobre la población Cheyenne».

Hay un empeño generalizado en el mundo occidental por reescribir la Historia a partir de dos premisas erróneas: falsificarla y aplicarle criterios actuales a hechos remotos que se regían por escalas de valores diferentes. En nuestro país, los perroflautas que asuelan el Ayuntamiento de Madrid creen haber cumplido con su visión sectaria de la Historia de España suprimiendo la denominación de la calle del General Moscardó sustituyéndola por la de Edgar Neville, Conde de Berlanga de Duero, falangista, diplomático de Carrera y bon vivant no exento de medios económicos con los que llevar una vida de lujo: es ejemplo de la ignorancia aliada con el rencor empeñado en reescribir la Historia, de la que ya Cervantes decía en el siglo XVI que era «madre de la verdad» y no al revés.

Si alguien hizo algo por la población nativa de California fue Fray Junípero: los evangelizó, desde luego, pero también les enseñó los rudimentos de la agricultura, de la ganadería de tiro y de labor, así como a hilar y tejer. Si hubiera sido wasp sería reverenciado como Jefferson, el propietario de centenares de esclavos.

Ya hace tiempo que llegué a la conclusión de que muchas de las anomalías como las que hoy denuncio una vez más tienen más que ver con la ignorancia que con el sectarismo: el episodio de la calle del General Moscardó es prueba de ello. También la actual fobia antitaurina está basada en ignorancia y no, como se pretende, en sentimientos humanitarios proyectados en animales cuya bravura ya quisiera yo para muchos de mis compatriotas. Que el fenómeno se haya generalizado en el mundo occidental es prueba de que no voy descaminado en el diagnóstico.