La epidemia de locura se asienta en España. Los caganers no entienden de leyes fastidiosas, buscan saltárselas a la torera por una Cataluña independiente el 1-O. Una Cataluña para pijos ‘indepes’ que acusan a España de robarles, mientras profanan gas somnífero a través de su canal de televisión por excelencia, gastan dinero ibérico en consultas ilegales e intimidan a sus contrarios. Detrás, una muchedumbre enfurecida se fuma la pipa de honorables ladrones que demuestran amor a su patria llevándose el dinero robado a paraísos fiscales. Patriotismo de tres al cuarto. Dicen que España es el problema y Europa la solución. Ese momento no ha llegado, ni llegará. No les preocupa pisotear la Constitución. La locura les ha invadido. Ya actúan como cual burriciego con una pistola de balines. La escopeta nacional es de importación. ¡Qué pena!

A cinco días para el 1 de octubre, la tensión va en aumento. El Poder Judicial ha hecho su trabajo contra quienes profanan los derechos y deberes de nuestro país. Los morados, precursores del referéndum, no han tardado tiempo para hablar de “presos políticos”. Eso es más de vuestros camaradas de Venezuela. No vale distorsionar la realidad. El fantasma del independentismo sigue su juego fraudulento, no ha muerto. Podríamos polemizar sobre la actuación contra el referéndum, pero lo cierto es que cumplir la ley es lo principal. La ley, sea justa o injusta, es de ordenado cumplimiento. Sea cual sea tu nombre y vivas en el pueblo más recóndito de la Ibérica occidental. La historia de España no se puede entender si no es con todos sus ingredientes. La solución no pasa por amputar la historia, sino por unir lo que nos divide y erradicar a títeres falaces que husmean un refugio para brincar a sus anchas. España es Cataluña, y viceversa. Enorgullezcámonos de la marca España. Evitemos la utopía del independentismo oportunista. Eso es pura infección. Aquí no debe haber vencedores ni vencidos.