San Juan Bautista había anunciado el Reino de Dios y la conversión, pero los escribas y los fariseos no le habían creído a pesar de tener una actitud oficial de fidelidad a los planes de Dios.

Estos estaban representados por el hijo que dijo “ voy” y luego no fue. En cambio los publicanos y prostitutas que se arrepintieron y rectificaron su vida vienen a ser como el hijo que dijo “ no quiero” pero luego va.

Jesús con esta parábola explica que la penitencia y la conversión pueden situar a todos en vías de santidad y salvación, aunque hayan vivido mucho tiempo alejados de Dios.

En este pasaje evangélico se ve con claridad , la ternura y la misericordia de Dios. Nadie debe desconfiar del amor misericordioso de Dios. Todos hemos de tener la esperanza de la propia salvación. En el Salmo 24 respondemos: Recuerda, Señor, tu ternura.

En la primera lectura del profeta Ezequiel hemos escuchado: Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos ciertamente vivirá y no morirá. Todos somos pecadores y debemos escuchar la voz del Señor que nos llama a la conversión. Seamos sencillos y humildes y tengamos los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. El Señor siendo el Justo, no condena; en cambio aquellos, siendo pecadores, dictan sentencia de muerte. La misericordia infinita de Dios nos ha de mover a tener siempre compasión de quienes cometen pecado porque también nosotros somos pecadores y necesitamos el perdón de Dios.