La espiral del silencio es una teoría política y de comunicación que estudia la opinión pública como una forma de control social a través de la cual las personas adoptan su comportamiento en función de lo que piensa la mayoria. Es decir, si piensan lo contrario de lo que dice la supuesta mayoría lo que hacen es callar. La teoría fue razonada por Elisabeth Neuman y ahora en Cataluña se ha puesto en práctica de nuevo, pero la prensa tradicional, la de papel, la nuestra, ha desmontado la teoría de Neuman. Los periódicos tradicionales han dado una gran lección de cómo tratar un asunto que no era nada fácil, con informaciones rigurosas, análisis fiables y contrastados, y obviando todos los ataques de soberanistas que arrojaban toda su bilis a través de las redes sociales. Hay que aplaudir el papel de El Periódico de Cataluña, La Vanguardia, El País y El Mundo, medios que han descubierto la mayoría de los casos de corrupción que ha habido en España y que ni los independentistas más radicales han hecho callar en estos últimos días.

Ayer escuchaba a Puigdemont hablando de estado policial, pero ¿sabe el president cuánta gente en Cataluña habrá callado ante la deriva independentista de su gobierno? ¿Son fachas todos los que no son independentistas? ¿Creer en una Constitución que ha permitido disfrutar la etapa política más estable de la historia de España es ser un facha? ¿Decir simplemente que uno se puede sentir español y catalán, al mismo tiempo, o ibicenco y español, o mallorquín y español, pero que además se considera europeo, es ser un franquista? ¿Ir a un protesta con una bandera de España a ser un nazi o un ultra, como dice Alberto Garzón? Ante todo este disparate queda el orgullo de una prensa de papel que ha estado a la altura de las circunstancias. Muy grandes.