El 1 de octubre del 2017 lo recordaremos, y se recordará en el futuro, como uno de los días más amargos de la historia de nuestro país. Y la responsabilidad no es otra que la de un grupo de políticos aventureros, xenófobos y sin ningún escrúpulo que decidió dar un «golpe» contra la Constitución y su propio Estatuto de Autonomía. Un grupo de políticos, ex dirigentes de Convergencia, que no han tenido reparos en aliarse con un grupo antisistema como la CUP, cuyo objetivo no es la independencia de Cataluña, sino acabar con el régimen democrático y de libertades del que nos dotamos los españoles en 1978.

En los días previos a la celebración de la farsa del referéndum hemos visto actuaciones que solo se dan en regímenes autoritarios y que desgraciadamente recuerdan a lo sucedido en otras épocas de la historia reciente de Europa. Se ha señalado, insultado, y agredido a todos aquellos que se han manifestado en contra del referéndum. A todos se les ha colgado el «sambenito» de enemigos del pueblo porque los organizadores del referéndum, supuestos patriotas catalanes, han secuestrado a Cataluña y por tanto reparten «carnets» de buenos y malos patriotas.

Pero ya estamos en el día después, en el día en que hay que hacer no solo recuento de los sucedido sino de tomar decisiones.

Para empezar hay que señalar que la actuación de los Mossos de Escuadra ha sido la de una policía al servicio de unos intereses políticos y que precisamente su pasividad es lo que obligó a la actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Si los Mossos hubieran obedecido las ordenes de la Fiscalía de Cataluña ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil habrían intervenido.

En segundo lugar pienso que hay que ser auténticos fanáticos para acudir con niños pequeños a colegios electorales declarados ilegales por los tribunales, sabiendo que se podían producir incidentes en el momento en que las fuerzas de seguridad intentaran evitar las votaciones fraudulentas. Escudarse detrás de los niños y utilizarles como se les ha utilizado define a quienes lo han hecho. Un comportamiento sin duda deleznable.

En cuanto a las cargas de las Fuerzas de Seguridad del Estado la realidad es que se han tenido que enfrentar no solo a pacíficos ciudadanos sino a ciudadanos que estaban vulnerando la ley y que cuando se les requería para que no continuaran con la farsa de las votaciones se negaban a hacerlo. Algunos incluso con actitudes violentas como todos hemos podido ver en los reportajes televisivos. Pero como el nuestro es un país democrático sin duda habrá que abordar la actuación de la policía y guardia civil durante la jornada del que de octubre.

Desde el minuto uno los políticos independentistas suspiraban porque hubiera un choque entre la policía y los ciudadanos para así poder seguir alimentando el víctimismo.

Por otra parte todos, absolutamente todos, los que participaron en el referéndum, ya fuera lo que acudieron a votar como los que constituyeron las mesas electorales, sabían que estaban participando en un acto ilegal y que la responsabilidad del Gobierno era impedir que se cometiera esa ilegalidad. De manera que las cargas policiales y los heridos hay que colocarlos en el «haber» de Puigdmeont, Junqueras, la CUP y demás compañía. Ellos son los únicos responsables de haber creado esta situación.

En cuanto a los equidistantes, que los ha habido en todo este proceso y que los sigue habiendo, a mi me parece que tienen una buena dosis de cobardía. No caben equidistancias en este asunto, o se está con el respeto a la democracia y a la Constitución o no se está.

De manera que pese a los errores cometidos por el Gobierno del PP en estos años por no haber sido capaz de medir lo que podía pasar, no se puede poner en el mismo plano a Puigdemont que al presidente de Gobierno Mariano Rajoy. El primero ha organizado junto a sus socios un «golpe» a la Constitución anulando de hecho el Estatuto y la propia Constitución en Cataluña. Mariano Rajoy habrá cometido errores políticos, eso es innegable, pero la responsabilidad de convocar un referéndum ilegal, de decidir poner punto final al Estatuto y a la Constitución es de Puigdemont y Junqueras, no de Rajoy.

Mariano Rajoy en su intervención institucional ha dejado una puerta entreabierta al diálogo, a sentarse con los líderes políticos para reflexionar. Me parece a mi que este es un anuncio importante que no se debe desechar y que ahora la obligación de los partidos constitucionalistas es precisamente incidir en que esa puerta entreabierta se abra del todo. En cualquier caso el presidente tiene que coger de una vez el toro por los cuernos, no puede seguir ignorando la realidad.

Así las cosas he de reconocer que la intervención de Pedro Sánchez diciendo que «sí, pero....» no es la que se podía esperar en un momento como éste. Sánchez dicen apoyar el Estado de Derecho a pesar del Gobierno, pero no es momento de hacer política partidista sino política de Estado. Sería imperdonable que los socialistas antepusieran intereses partidistas de corto plazo a los intereses generales. Albert Rivera por su parte ha sabido en esta ocasión, dejar los intereses partidistas a un lado para defender sin fisuras el Estado de Derecho.

Y a la pregunta ¿y ahora qué? sólo cabe una respuesta: que el Gobierno encuentre interlocutores en Cataluña con los que sentarse a dialogar. Aunque realmente será difícil que el Gobierno pueda dialogar con políticos como Puigdemont y Junqueras que han organizado toda la operación de sedición y de golpe a la Constitución. Pero es de esperar que en el seno del Partido Demócrata de Cataluña haya otros dirigentes que puedan ser interlocutores. Además es urgente que en el Congreso de los Diputados comience a funcionar esa comisión parlamentaria formada a instancias del PSOE para repensar el modelo territorial. De esa comisión deberían de salir propuestas que pudieran dar lugar a una reforma del Título VIII de la Constitución.

También, en mi opinión los partidos constitucionalistas deberían de enfrentarse a todos aquellos partidos que se dedican a señalar, insultar y amedrentar a quienes no piensan como ellos. El clima en nuestro país comienza a resultar irrespirable a cuenta de tantos Savoronolas.

Pero ya digo, los ciudadanos nos merecemos unos políticos que en vez de en sus intereses partidistas y electorales piensen en el bien común y por tanto se pongan a trabajar para restañar heridas y buscar soluciones. Veremos si unos y otros están a la altura de las circunstancias.