Por fin salieron a la calle. Sin miedo y sin vergüenza. Contra el golpe de Estado. Con las banderas de Cataluña, de España y de Europa. Tantos o más que los del referéndum y los de la Diada. Con mensajes de unidad y de convivencia. Defendiendo que la calle es de todos y no solo de los independentistas. Sin odio. Con ganas de construir juntos el futuro. Si como dicen Rajoy ha hecho más independentistas que los sediciosos catalanes, Puigdemont ha conseguido que haya más banderas españolas de las que nunca se había soñado en Barcelona. Y que esa mitad de Cataluña que estaba siendo silenciada y arrinconada por el independentismo, salga a la calle para pedir diálogo desde la legalidad, avances desde la cordura y la sensatez, entendimiento desde la concordia. En una palabra, recuperar el seny enterrado por los independentistas. Hace algo más de cincuenta años, Francisco Candel, un valenciano que llegó con su familia a Cataluña, escribió una novela, «Els altres catalans», que daba voz a la inmigración a Cataluña, esa enorme fuerza social de españoles que emigraron buscando un futuro en convivencia y progreso, sin los cuales Cataluña no sería lo que es hoy, una comunidad moderna, tecnológica, parte de Europa por ser parte de España. Valencianos, andaluces, extremeños que vivieron en barracas y que empezaron a trabajar a los catorce años, que hicieron la Cataluña de hoy. Algunos de los hijos de esos otros catalanes, encabezan hoy el separatismo más agresivo, sin duda porque han sido educados en las escuelas del odio a lo español y seguramente tienen que hacerse perdonar su pasado. Los que se manifestaban ayer, en una jornada festiva, no son los otros catalanes. Son los catalanes que no quieren prestarse a la locura de unos iluminados. Los que ayer manifestaron en las calles de Barcelona el orgullo de ser catalán y español. ¿Es posible pensar que quienes dirigen la Cataluña de hoy no supieran lo que iba a pasar no ya cuando declararan unilateralmente la independencia sino mucho antes? La mentira se ha impuesto en Cataluña durante mucho tiempo, pero la única verdad es que una independencia imposible traería a Cataluña las fronteras, los aranceles, la limitación de circulación de las personas, de los bienes de los servicios, la huida de las empresas, la imposibilidad de hacer frente a los pagos de nóminas, pensiones y servicios... El aislamiento internacional. Antes que la declaración de la independencia, lo que se necesita es la dimisión de los actuales líderes de la sedición y la vuelta a la legalidad. La única salida imposible a los problemas de Cataluña es el golpe de Estado. Todas las soluciones pasan por la ley, por el entendimiento, por la Constitución y el Estatuto. Ninguna por la independencia. Nunca Cataluña ha sido más libre y ha tenido más autogobierno que en estos momentos. Nunca. Es cierto que existe un problema y que hay un porcentaje de la población -no sólo de los independentistas- que se sienten mal tratados por el Gobierno de España. Y por eso habrá que ir más a Cataluña, escuchar más a Cataluña. Pero no creo que los actuales líderes de ese proceso merezcan estar ahí, porque son ellos, sólo ellos, los que han llevado a Cataluña a una situación límite y han fracturado la sociedad catalana. Hay que reconstruir puentes, cerrar la herida y ponerse a trabajar en los verdaderos problemas de los catalanes y de los españoles. Con urgencia.