Estoy muy de acuerdo en que no hay que demonizar el ocio nocturno teniendo en cuenta, sobretodo, que es un producto importante y fuerte pilar de nuestra economía que ha creado innumerables puestos de trabajo, mucha riqueza y, además, dando por descontado que hay cientos de miles de visitantes que no vienen para bañarse o pasar el día en nuestras hermosas calas y playas, sino que su destino son los establecimientos de ocio nocturno. Lo digo así porque en el “Plan Estratégico de Marketing Ibiza 2003-2010” (PEMI) quedó demostrado que entre los motivos de los turistas para visitar nuestra isla hasta un 44,8 por ciento fueron las playas y el 42,9 por ciento por el ambiente nocturno.

Sin embargo, no todo es trigo limpio porque el turismo de borrachera y el que viene a consumir estupefacientes ha ido ‘in crescendo’ desde hace mucho tiempo. Y una prueba es que la Guardia Civil denunció a 49 conductores por drogas y más de 65 por alcoholemia y me refiero, naturalmente, a lo que ha sucedido hace pocos días con el cierre por fin de temporada de varios establecimientos de ocio. Y más bien pronto, también sabremos cuántas personas han tenido que pasar por Urgencias del hospital Can Misses por haber consumido drogas.

A mi entender, para que el turismo nocturno pueda convivir con los residentes y el turismo familiar parte de la solución pasa por reducir al mínimo los volúmenes musicales y acabar con los decibelios altisonantes. Es decir, habría que instalar equipos de control de manera que se cumplan las ordenanzas municipales para evitar el tormento de los vecinos y evitar llamadas a la policía. Al mismo tiempo, habría que insonorizar a todos los establecimientos de ocio incluyendo a los beach clubs y a los chiringuitos de las playas. Y no podemos olvidar a los ‘party boats’ que navegan por el litoral con un estruendo musical impresionante y puesto que la contaminación acústica tiene lugar en el mar, la Ley del Ruido dice que corresponde al Estado su control. Es decir, si no voy errado, la tarea corresponde a la Delegación del Gobierno y a la Guardia Civil del Mar.

Por otra parte, la ley ha de controlar los aforos y los horarios y castigar con sanciones a los infractores para que se respete el orden público. Al mismo tiempo, cabe felicitarnos porque los Cuerpos de Seguridad del Estado persiguen con éxitos frecuentes a los vendedores de drogas y a los camellos que pululan en torno a los establecimientos de ocio. En suma, no hay que demonizar al ocio nocturno, pero sí a todo el “paisanaje” que se mueve a su alrededor.