Una de las cosas del procés enaborlado por Junqueras, Puigdemont y los antisistema es su profundo carácter burocrático. Los cuperos se encargan de la calle, como en tiempos de la República hacían los anarquistas, ese papel les viene pintiparado, de ahí el disgusto que pillaron cuando Carles no proclamó sin ambages la independencia y se hizo la picha un lío, que si sí, que si no, que la declaro para desdeclararla, ese nirvana, como ha escrito nuestro director Juan Mestre, duró exactamente 44 segundos gloriosos. Junqueras se encarga de la cosa ideológica, del supremacismo y de explicarles a sus paisanos pata negra que ellos son como los suizos, no como los trogloditas lusitanos y españoles. Y luego tenemos a Puigdemont que es quien se encarga del papeleo, de independizarse a base de leguleyismos, y papeles estancos y timbres. El del flequillo se encarga de hacer la parte técnica del asunto, de intentar conseguir una independencia a base de papel sellado y notarías y de hacerle un lío mental a Mariano, y es en ese punto donde entra el requerimiento. Si el exalcalde de Gerona consigue la independencia a base de papeleo, y de dadaísmo, tendremos que convenir que estamos ante un verdadero genio cuyo modelo se estudiará en las universidades especializadas en derecho internacional y en descolonización. Y es que a veces da la impresión de que es Puigdemont quien le está aplicando el 155 a Rajoy y no al revés. Todo parece surrealismo; Dalí estaría encantado viendo todo lo que está pasando. Mira Mariano, le dirá Puigdemont, pues si te digo la verdad no sé si nos hemos independizado, en realidad no lo sé ni yo, pregúntale a Junqueras que él lo sabe todo y encima va a misa.