Pues la calma chicha, quietud, ni siquiera hay viento de levante (que dijo Trillo cuando mandó a cuatro ‘lejías’ a ocupar el islote de Perejil), parece que nos quedamos sin revolución salvo que por revolución se entienda comprar una estelada en una tienda china. Ahora veremos cómo se las apaña Artur para pagar los casi tres millones que le quedan de depósito y cómo se las apaña Puigdemont para juntar los seis millones que un día de estos va a tener que poner en la Audiencia del Centralismo. Seguro que Puigdemont estará aliviado, disfrutando del postmomento, envuelto en sus posverdades, porque hay que reconocerle que al president ha sufrido más que una folclórica, lo tenían como una olla a presión. Ahora, la paz del guerrero y a figurar en los libros de Historia de Catalunya o de Quebec, que eso sí compensa. La verdad es que uno no esperaba que la cosa fuera tan fácil como apretar el botón en el Senado del 155; y ya está: se acabó la diversión y sin comandante; es más, fueron el lunes a currar un consejero, tal vez tenía morriña (o éste era el único conseller que estaba en los problemas reales de Cataluña) y la jefa de la embajada catalana de Berlín (los catalano-alemanes no faltan nunca al trabajo, no son como los trogloditas españoles o lusitanos que diría Oriol). Mientras tanto, Carles se iba a Bélgica a seguir con su impulso y a alentar a sus compinches flamencos. Aquí paz y después gloria. Los mozos despolitizados, ya se pueden dedicar a trabajar en lo suyo que consiste no en hacer país sino en buscar chorizos y yihadistas. Rufián y Fachín a preparar el próximo procés y, entre tanto, la economía española creciendo al 0,8%.