La huida a Bruselas de Carles Puigdemont en compañía de cinco de sus cómplices en el intento de golpe que les llevó a proclamar la independencia y la República de Cataluña es el corolario de una farsa.

Una impostura que desacredita la causa política a la que tantos catalanes se han dejado arrastrar. Ciudadanos que durante los años en los que estos farsantes han permanecido al frente de la «Generalitat» asumieron, por otra parte sin el menor atisbo de crítica, sus promesas aventureras. Dirigentes que olvidando que eran los representantes del Estado, con deslealtad, utilizaron el poder y los recursos políticos, económicos y mediáticos que apareja la institución para impulsar un proceso secesionista.

Retorciendo los mecanismos democráticos y con la colaboración de la presidenta del «Parlament», Carmen Forcadell, marginaron a la oposición en el trámite de aprobación de las llamadas leyes de «desconexión». Tras aquél acto delictivo vinieron otros, el pretendido referéndum del 1 de Octubre y la mencionada declaración ilegal de independencia. Todo esto ya es leche derramada. Pero sólo en términos políticos.

No en el ámbito de las responsabilidades penales. La Fiscalía ya está actuando. Con querellas presentadas contra una veintena de ex altos cargos y ex parlamentarios, entre ellos, todos los miembros del «Govern». Con Puigdemont a la cabeza. Están acusados de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos. Las penas previstas en el Código Penal son muy severas. Está en marcha la maquinaria judicial y no hay que distraerla.

Cosa diferente es el espacio de la política.

En ese registro convendría que los políticos de los partidos que defienden la Constitución aprovecharan las elecciones de Diciembre para desenmascarar a los farsantes que han estado engañando a muchos catalanes al proclamar contra el resto de España un discurso insolidario y xenófobo. Los partidarios de la secesión deberían tomar nota y revisar lo ocurrido. Los dirigentes del «proceses» les han llevado hasta el borde del precipicio, pero cuando había que asumir las consecuencias de sus actos, han huido. Un gesto de cobardía que deja al descubierto la impostura que cobijaba su discurso separatista.

Un memorial de memorial de agravios inventado. Una farsa.