Cada año hay en el calendario unos quince días donde se une lo peor y lo mejor; lo peor del verano con las novedades del invierno. Parece como si el otoño y la primavera hubieran dejado de existir. Cansados del verano, bajamos la guardia para enfocarnos hacia el invierno que en las Pitiusas es muy peculiar, frío, húmedo, solitario, con días de sol deslumbrante y noches de rocío o helada.

Desde esta perspectiva he encontrado durante la última semana cosas que representan el agobiante verano, como estos accidentes de tráfico que nos convierten en uno de los sitios más peligrosos de Europa. Ibiza sigue siendo la senda de los elefantes que vienen a morir entre fiesta y fiesta. Solo las Salinas multiplican su tráfico por cinco (12.186 vehículos al día) ¿Cómo se digiere esto? Imposible. Y aún pretenden densificar más la población y por lo tanto el tránsito en la Playa den Bossa.

Sin olvidar los intrépidos desavisados extranjeros que han visto el mar encalmado de Ibiza en alguna película y se lanzan al agua, aun sabiendo que hay bandera roja o tendría que haberla. Suele ser el mismo tipo de gente que se embucha media docena de vinos y se lanza a correr ante los astados en San Fermín, pensando que son borregos o mulos serranos. Norteamericano, 31, se lanza al mar y ya no puede salir. Las aguas de Homero son traicioneras. Ocurre lo mismo en las carreteras.

Otra circunstancia que ya no nos sorprende: Tras el boom burbuja de construcción vino el bluf y el patapám, pero Ibiza consiguió recuperar un buen ritmo de compraventas inmobiliarias en los últimos años de turistas prestados. Sin hacer caso de la experiencia reciente. Pero he aquí que los compradores han dicho basta ante el desproporcionado precio de las viviendas. El desgraciado que está condenado a vivir en Ibiza está recurriendo a las casas o pisos de segunda mano.

No es que se haya detenido la tendencia, pero el aumento anual se ha ralentizado.

Los ibicencos a la espera.

@MarianoPlanells