Ya tratamos en PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA el paso de Alan Lomax, el gran estudioso del folclore mundial, por las Pitiusas en 1952 y cómo se quedó impresionado por la calidad etnográfica de lo que vio y grabó; no fue el único. Otro que se quedó anonadado fue Hausmann: ¿cómo un dadaísta, en este caso el austriaco Hausmann, metido de hoz y coz en los delirantes movimientos de vanguardia de los años veinte, de pronto llegó a Ibiza, años treinta, se fijó en la arquitectura de la Isla, se enamoró de la sencillez y belleza de la misma, de las costumbres de los campesinos ibicencos, de su folclore? Es decir, la mirada de Hausmann pasó de pronto de una creación, la de la vanguardia, que rompía con todo y trataba de inaugurar caminos nuevos, a buscar, en Ibiza, lo esencial del hombre, los caminos viejos. Hausmann tuvo un papel muy activo en los movimientos de vanguardia de entre guerras, ya haciendo collages, fotomontajes o escribiendo. Fundó con otros, como Grosz y otros pintores expresionistas, el famoso Club Dada de Berlín. Pero esa burbuja creativa berlinesa tuvo que cambiar de destino cuando Hitler subió al poder, entonces Hausmann se tuvo que largar de Alemania y se refugió un tiempo en Ibiza. En la mayor de las Pitiusas, Hausmann se dedicó sobre todo a hacer fotografías de la vida ibicenca entre 1933 y 1936, vida entonces muy tranquila, costumbrista y de un tiempo lento lleno de sensaciones que captaron infinidad de escritores y pintores. Algunas de sus fotografías ibicencas se guardan como tesoros en la Biblioteca Nacional de Austria. Sería cosa de hincar el diente sobre el patrimonio impresionante nuestro, que todavía aflora y antes de que deje de aflorar.