Hemos empezado el tiempo litúrgico de adviento, tiempo de esperanza; conmemoramos la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal en Navidad. En este primer domingo de Adviento la Palabra de Dios se refiere a la venida del Señor al final de los tiempos con todo su poder y majestad. El Adviento es un tiempo de alegría ante la venida del Señor al que esperamos preparando nuestra alma para recibirlo dignamente. Una preparación que nos mueve a dejar las obras del pecado y a vivir la luz del Evangelio. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

Jesús nos dice: “Velad”. No sabemos cuándo ha de venir el Señor, hemos de estar preparados. Vigilar es sobre todo amar. El que ama cumple los mandamientos y espera que Cristo vuelva; porque la vida presente es camino al encuentro de Cristo. Los primeros cristianos repetían con frecuencia y con amor: “ mar-ra-na-tha” . Ven, Señor Jesús.

Que el Señor al venir nos encuentre preparados a fin de recibirle dignamente. Con fe y amor nos disponemos a recibir el cuerpo de Cristo en la Comunión. Con la ayuda de Dios vivamos con las condiciones necesarias para poder comulgar siempre. De este modo, y cumpliendo con los deberes familiares y sociales, desprendidos interiormente de los bienes terrenos, tendremos la esperanza segura de la vida eterna. Jesucristo termina con estas palabras: Lo que a vosotros os digo, a todos os digo: ¡ Velad!