Mariano Rajoy ha decidido pasar unos días en Cataluña. Se va el domingo y estará hasta bien entrado el martes. Las encuestas que se reciben en Génova sobre los resultados del 21 de diciembre no son precisamente muy alentadores. Todos sabían y saben que García Albiol, en ningún caso, esta llamado a ser President, pero a todos cuesta asumir que, cuando menos, no se repitan resultados. Las encuestas conocidas hasta el momento indican que podrían perder entre dos y tres diputados.

Desde el minuto uno se sabía también que Cataluña no es para los populares una plaza fácil pero también es verdad que aspiraban y aspiran a poder dar un discurso de «hemos ganado posiciones». Precisamente para ello viaja Rajoy a Cataluña, para salvar al soldado Albiol y, de paso, procurar que el PP no quede en peor posición de la que ya se encuentra.

Si siempre han sabido que Cataluña no era una plaza fácil, también han tenido bien testado que la aplicación del 155 ha sido una decisión que cuenta -según sus propias encuestas- con un apoyo más que mayoritario en el conjunto de España y amplio, muy amplio, entre los propios catalanes. La medida fue pactada con PSOE y Ciudadanos pero «quien la firmó, el que tuvo que aplicarla fue Rajoy, el único que, por otra parte, podía hacerlo». Con estos datos en la mano, en Génova se tuvo claro que a la campaña que ya ha superado su ecuador había que darle un toque de «generales», de ahí la presencia activa de Mariano Rajoy. Estaba planeada desde el mismo momento en el que se convocaron las elecciones, pero sin agenda cerrada, sin urgencias. Como simple estrategia. Ahora se ha convertido, a tenor de las encuestas, en una necesidad para intentar en el sprint final arañar los votos suficientes para no perder un par de escaños que por pocos votos podrían ir a Ciudadanos.

Rajoy insistirá en la vuelta a la normalidad y recordará la idea-fuerza que ya ha comenzado a esgrimir: sin el PP no habrá gobierno constitucionalista, trasladando así el mensaje de que el voto al PP no es un voto perdido, intentado así contrarrestar la campaña de Ciudadanos que se presenta como la única fuerza garante del constitucionalismo. Rajoy se lanza de lleno a la campaña, pero en su gabinete ya hay personas que no descartan una repetición de elecciones dadas las incompatibilidades, hasta personales, que se están produciendo entre las fuerzas políticas.

Viviremos en las ultimas jornadas un ambiente tenso que los secesionistas van a llenar de simbolismo y los constitucionalistas pugnaran por el voto de los silenciados y cansados del procés y todo ello, aunque no lo crean, pensando no solo en los pactos que serán necesarios a partir del 21, sino en la legislatura nacional. Si hay moción de censura a Rajoy, algunos estarían dispuestos a facilitar acuerdos.

La noche del 21 será larga, pero más larga y procelosa será la gestión de los resultados. Elecciones inéditas con la interrogante no menor de qué hará Puigdemont. Algo hará, eso seguro, y Rajoy lo sabe.