Que Bel Busquets sea la nueva consellera de Turismo demuestra, una vez más, que el sector es tan potente que funcionará a pesar de tener al frente a políticos sin ninguna idea de turismo. Es más, si por ellos fuera no habría turistas y volveríamos a vivir de cultivar cebollas y tomates. Con no hacer nada en el poco más de un año que le queda en el cargo ya habremos avanzado algo. No toque nada. No haga ninguna ley. No cambie nada. Por el bien del turismo, que sigue siendo el motor de la economía a pesar de partidos como el de Busquets, preferimos una consellera que se dedique a visitar zonas turísticas, a hablar del turismo sostenible, de los excesos que provoca la llegada de visitantes, y que no se meta en líos innecesarios. Hasta le perdonaríamos que se fuese de viaje al Caribe gratis total, como su compañero Biel Barceló, que tampoco tenía ni idea de turismo. Lamentablemente me temo que hasta la presidenta, Francina Armengol, es consciente de que Bel Busquets no es la persona adecuada para el cargo, de la misma forma que Joana María Camps no podía ser consellera d’Educació. La cara de Armengol en la toma de posesión de Busquets era un auténtico poema. Atrás quedan, muy atrás, los tiempos de las ‘congas’ en plena calle para celebrar la derogación de una ley de Bauzá. También se divisa muy lejos aquella euforia que se produce cada vez que gana la izquierda, incluso cuando sus socios eran de Unió Mallorquina. El Govern inicia ahora un camino duro. Daban por hecho que ganarían las elecciones de 2019, pero a duras penas aguantarán la legislatura. Acabarla sin líos y follones es imposible. Eso va en el ADN de los que gobiernan actualmente.