Una de las cosas habituales de todos los partidos políticos del arco parlamentario es la traición permanente al programa político que plantean a los votantes, tal vez con la excepción de Ciudadanos. Las veces que los peperos han dicho que no harían esto y lo han hecho; que bajarían impuestos y los han subido. Del PSOE tres cuartos de lo mismo, que tiene sentido de Estado pero si gana el 21D quiere indultar a los que están en la cárcel por querer cargárselo. Los del PNV, pues ya me dirán, ayer tenían España patas arriba y hoy son las ovejas mansas a las que les dan el cupo en forma de zanahoria. Luego tenemos el folclore del mundo puigdemontano, que hace dos días estaba en contra de la Unión Europea y 24 horas después ya está otra vez a favor. Y en Balears tenemos a uno que es ecopurísimo, látigo de corruptos, pero resulta que lo enganchan en una minucia, viajando gratis a Punta Cana. Y qué me dicen de Colau, esa reinona sibilina del devaneo y de la palabrería hueca: hoy urnas, mañana, no; hoy independentista, mañana charnega. Luego tenemos a Iglesias, que ahora se ha dado cuenta que los españoles, por muy desarrapados que sean, no van a entender en la Tierra de Er Kichi que Podemos les haga el caldo a los independentistas. ¿El programa?, en España eso no existe: se inventa cada día según la amanecida y a base de cuatro chuminadas. Y así va el país, sin rumbo, a trancas y barrancas, con un presente movedizo y con políticos incapaces de hacer planes estructurales a largo plazo para modernizar la estructura productiva. Hoy, blanco; mañana, negro. Y que se apañen los que vengan.