Con la fiesta del bautismo de Jesús termina el tiempo litúrgico de Navidad. Jesús en su bautismo es revelado por el Padre como el Hijo amado. Es ungido por el Espíritu Santo, que se manifiesta en forma de paloma. Pidamos a Dios Padre que escuchemos con fe la palabra de su Hijo para que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos de Dios. Hoy se han abierto los cielos porque Cristo ha sido bautizado por Juan en el río Jordán. Cristo es bautizado, y el universo entero se purifica; el Señor nos obtiene el perdón de los pecados. En el bautismo de Jesús se revela la Trinidad Santísima. Los Santos Padres comentan que el Señor fue a recibir el bautismo para darnos ejemplo de humildad, para ser conocido por todos, para que todos creyeran en El y para dar fuerza vivificante al agua del Bautismo. El sacramento del Bautismo es de institución divina como los seis restantes sacramentos. A todo aquel que va a ser bautizado se le exige la profesión de fe, expresada personalmente en el caso del adulto, o por medio de sus padres y de la Iglesia en el caso del niño. El Bautismo es necesario para la salvación de todos aquellos a quienes el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento. Por el santo bautismo recibimos una vida nueva. Renacemos a la vida de la gracia. En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios ( Jn.3,1-29). Cristo ha muerto para la salvación de todos, y pueden salvarse también sin el Bautismo todos aquellos que mueren a causa de la fe ( Bautismo de sangre) y todos aquellos que bajo el impulso de la gracia, sin conocer a Cristo y a la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad ( Bautismo de deseo).

En cuanto a los niños que mueren sin el Bautismo, la Iglesia en su liturgia los confía a la misericordia de Dios ( Cat. I.C. nº 262)

Todos los bautizados debemos inmensa gratitud a Dios y a nuestros padres.