Jesús en Cafarnaún, al llegar el sábado fue a la sinagoga y enseñaba a sus oyentes. La palabra sinagoga significa reunión, asamblea que era y es el lugar en el que los judíos se reunían para escuchar la lectura de la Sagrada Escritura y rezar.

La gente quedaba admirada de su doctrina. El Señor habla de los misterios de Dios y de las relaciones entre los hombres; explica con sencillez y con potestad, porque habla de lo que sabe y da testimonio de lo que ha visto. Jesús, primero hace y después dice. Lo contrario de los escribas que dicen y no hacen. En la sinagoga había un hombre poseído de un espíritu inmundo. El demonio es llamado espíritu inmundo. Además del hecho histórico concreto, podemos ver en este endemoniado a los pecadores que quieren convertirse a Dios, liberándose de la esclavitud del demonio y del pecado. El espíritu inmundo no puede nada contra Jesús. Precisamente el Señor vino al mundo para librarnos de la esclavitud del demonio y del pecado. El Señor venciendo al Maligno, se revela como el Mesías, el Salvador.

A lo largo del Evangelio se hace patente la lucha continua y victoriosa del Señor contra el demonio. La misma autoridad que Jesús ha mostrado en la enseñanza aparece ahora en sus hechos. Las palabras y los hechos de Jesús hacen patente un poder divino que llena de admiración a quienes le escuchan y observan . Las palabras esclarecen los hechos; los hechos confirman las palabras. Jesús va revelando progresivamente el misterio de su Persona; primero la gente capta su autoridad excepcional, y los Apóstoles, iluminados por la gracia de Dios, reconocerán la raíz última de esa autoridad. Cuando Jesús pregunta a sus apóstoles: Vosotros,¿ quién decís que soy yo?. Simón – Pedro en nombre de los demás discípulos le contesta: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” ( Mt.16,16)
Pidamos hoy y siempre un profundo conocimiento del Señor, y consiguientemente un gran amor a Jesucristo. Esa fe y ese amor a Cristo debe expresarse en una vida repleta de buenas obras, y actitudes cristianas.

En nuestros días existe una inmensa multitud de personas que niegan a Dios con su increencia, indiferencia e ignorancia religiosa. En la actualidad necesitamos algo más que palabras y discursos. Necesitamos verdaderos pastores de almas que trabajen por el bien de todos, en especial de los que viven alejados de Dios y de su Iglesia. No es suficiente organizar conferencias y asambleas, y seguir igual que antes. Hace falta justicia y caridad para todos. Es necesario testimoniar nuestra fe con amor en acción. El amor a Cristo se hace presente en la práctica de las Obras de Misericordia corporales y espirituales. No todo el que dice:” Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre”. A lo mejor no creemos que obras son amores…… El Señor nos da a todos su amor y su gracia; y nos otorga el espíritu de caridad , el Espíritu de Cristo.