Cada vez somos más los que intentamos seguir los acontecimientos que afectan a los países mediterráneos que han prestado millones de turistas a Baleares y a España. No es difícil porque la prensa mundial muestra un lógico interés y difunde la actualidad de esos países magrebíes y árabes.

Por ejemplo, la familia del joven frutero tunecino que se roció de gasolina y se prendió fuego, ha podido refugiarse en Canadá. Aquel trágico gesto actuó como efecto mariposa y contagió a la ribera mediterránea, aunque yo siempre recuerdo que todo empezó en los campamentos de saharauis de refugiados en las afueras de El Aaiún y que fueron cruelmente destruidos por la policía de Mohamed, unos meses antes (2010) del estallido de Túnez (enero 2011), al que denominaron la ‘Revolución de los Jazmines’.

Aquel pobre frutero mantenía a su familia con un precario puesto de frutas y verduras. Una policía municipal le destruyó el material y al parecer le abofeteó, lo cual desmoronó al pobre Tarek. Su reacción suicida desencadenó una catarata de violencia que se llevó por delante a Ben Alí (Túnez), Mubarack (Egipto), Gadafi (Libia)... pero todos ya conocemos esta historia: no pocos millones de turistas se encontraron de la noche a la mañana sin su reserva turística. Baleares aprovechó esta ventajosa situación.

¿Cómo está Túnez, sin turistas y sin cruceros? Intentando reorganizar su resistencia y apelando al turismo con precios regalados. Ahora es el momento de ir a Túnez... quien se atreva, porque ya han regresado las revueltas, ante la amenaza de subida de precios de productos básicos como el pan. El Gobierno se ha apresurado a ofrecer nuevas ayudas sociales para 120.000 familias. En Túnez todos tienen miedo. Mal asunto.
@MarianoPlanells