El ministro Íñigo Méndez de Vigo, encargado, sabe Dios por qué, de los temas de Educación, ha propuesto un MIR, que son las prácticas que hacen los médicos durante dos años, para los futuros maestros y maestras. De entrada, la propuesta huele, más que a criterios educativos, a retirar a unos cuantos miles de jóvenes de las listas del paro, como podemos sospechar que se hizo cuando se elevó el periodo de escolarización hasta los 16 años, o como ocurre con las nuevas pasantías eternas de los candidatos a abogado.

Hace años que imparto clase en la UIB a los alumnos de Magisterio, precisamente Sociología de la Educación, que trata estos temas. Y créanme, el problema no es exactamente falta de formación. Ya durante la carrera los estudiantes tienen que hacer prácticas, y –a diferencia de los médicos– los maestros no tendrán que abrirle la tripa a nadie. No se ve, por tanto, la supuesta necesidad, más allá de tener becarios baratos dos años más.

Haría bien el ministro en enfocar su preocupación en la cada vez más precaria situación laboral de los maestros. Hay escuelas privadas que despiden a los maestros en cada periodo de vacaciones, incluso cada fin de semana, para recontratarlos de nuevo cuando se reanudan las clases. En demasiados sitios se sigue dando clase en barracones, en demasiadas aulas se sigue pasando frío y calor, y por lo general están masificadas. Más bien cabría pensar en revertir los duros recortes sufridos en educación y que se invierta hasta alcanzar la media europea (en España es del 4 % del PIB, quintos por la cola, por detrás de Rumanía y Bulgaria); en acertar de una vez con un modelo educativo estable y de calidad, evitar la masificación y que se motive al profesorado, que falta le hace. En lugar de ello, y como siempre, se carga la culpa (y la expiación de la misma en forma de sacrificio) a la parte más débil.

O tal vez, quién sabe, al Sr. Méndez de Vigo, IX barón de Claret, como históricamente a toda la derecha, le molestan un poco los profes, siempre tan progres, y es consciente de que el precio de un grado (más un máster de capacitación pedagógica en caso de provenir de otra carrera) más dos años infrapagados alejará a muchos hijos de clase trabajadora de la vocación docente.

No, la respuesta a nuestros problemas educativos no es más, sino mejor.