Jesús nos dice a todos: haced penitencia y creed en el Evangelio. Ya los profetas habían hablado de la necesidad de convertirse y dejar los malos caminos que nos alejan de Dios. Tanto Juan Bautista como Cristo y sus Apóstoles insisten en que es preciso convertirse, cambiar de actitud y de vida como condición previa para recibir el Reino de Dios. La naturaleza del Reino de Dios es Jesús en el plano de amor y santidad. Este Reino, al cual Dios quiere que participemos, tiene en la tierra su Banquete que exige unas condiciones que hemos de conocer.

La Santa Misa que preside el sacerdote, y que ofrece a Dios Padre la Víctima Divina en el sacrificio de la Misa, haciendo con ella oblación de su vida, instruyendo al comulgante la necesidad del sacramento de la Penitencia, como condición previa si hemos pecado gravemente. Para convertirse más y más cada día al Señor, recordemos sus palabras: haced penitencia porque está al llegar el Reino de los cielos. La Santa Madre Iglesia siempre, pero especialmente en este tiempo de Cuaresma proclama la conversión. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno. Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo nos espera a todos con los brazos abiertos. La conversión a Dios es siempre fruto del reencuentro de este Padre, rico en misericordia. Todos los que creemos en el amor que Cristo nos tiene, intentemos durante esta Cuaresma reconciliarnos con Dios y con la Iglesia.