Si se pretende que la excusa ‘me he confundido’ surta efecto y sea aceptada, hay que procurar confundirse entre cosas parecidas, digamos un huevo y una castaña, o el culo y las témporas, y si no se parecen, al menos que estén próximas, como cuando yo confundo en el teclado la pe y la o, y me salen textos ininteligibles, pero excusables por la cercanía de esas letras. También confundo mucho la efe con la te, que están en la posición diagonal de ‘peón toma peón’, pero esa es otra historia que no viene a cuento. La cuestión es que si te confundes entre cosas muy disimiles y distantes, como el señor Puigdemont cuando confunde Catalunya con su gabán, o yo cuando quiero escribir una eñe y pulso por ejemplo la equis, que está al otro lado del teclado, decir ‘me he confundido’ no cuela. No sé por qué les explico esto, si total ya nadie se excusa por sus absurdas confusiones. Habrán notado que cuanto más insisten nuestros líderes en la importancia del relato, más confusos son esos relatos, y así, en lugar de sustituir la realidad por sus narraciones, que es el objetivo (patriótico, comercial, político, sentimental), la hemos sustituido por confusiones. Hace semanas, cuando el tema era si el señor Puigdemont regresaría, su abogado aseguró que tal vez considerase «más conveniente para la causa quedarse fuera para poder mantener un relato». ¡Un relato! ¡Prófugo por un relato! Todo por el relato, que es la patria. A qué extremos literarios estamos llegando. Pues aun así, tal relato nunca mejora; el contrario, se vuelve más confuso. Como la mayoría de los relatos en boga, por otra parte. Peores que cuando yo confundo la eñe con la equis, además de la o con la pe, mientras las efes se comen a las tes. En mi caso debe ser una enfermedad exótica de los dedos, o del espíritu, pero en el de los relatos actuales es gilipollez. Los políticos narradores no saben relatar. Saben que todo relato necesita un malvado enemigo para arrancar, varios tontos para que no se estanque y muchos detalles conmovedores (hoy sólo cuentan las emociones), pero confunden esos elementos y no se entiende nada. Peor que confundir las letras. Lo he repetido mil veces. Dejen los cuentos a los cuentistas.