Palafustanes, sinsonios, sandios, bolonios, hominicacos y analfabetos los ha habido siempre pero, como señaló acertadamente la profesora Roca Barea, antes no salían de las universidades ni detentaban tanto poder político y mediático. La nómina incluye a zanguangos notables como Pablo Iglesias, que asegura haber leído un libro inédito de Kant (!), a Pedro Sánchez de la Preveyéndola y Noesnó, responsable de los «ayuntamientos del cambio» (a peor), a Rita Maestre de la Alegre Pechuga, al ilustre chirigotero gaditano que atiende por Quichi, a Echeminga Dominga el defraudador a la Seguridad social, al noble impresor Rufián, a Cocomocho de la Fuite Héroïque, a la deslenguada monja Caram, al mayor Trapacero, a Madadame Forcadell de ilustre abuela republicana, sección alivio de tropa, a la ininteligible Marta Rovira, a Anna Gabriel, la del flequillo al hacha de sílex remodelado en Suiza, al brillantinísimo alcalde de Zaragoza que exige que la Academia general militar de la ciudad que desgobierna no sea «militarista» (!), a Colau y Carmena rivalizando por ver cuál perjudica más a sus conciudadanos con ocurrencias dignas del Profesor Franz de Copenhague y a tantos otros destripaterrones, abrazafarolas y zampabollos siempre dispuestos a mamar de la teta presupuestaria. «Memoria de pez y coño de cabra, he aquí la heráldica de la España contemporánea» Ruiz Quintano scripsit.

No cabe duda de que la lechigada ibérica de nuestros días hubiera hecho las delicias de Don Ramón María del Valle-Inclán porque supera con mucho las andanzas chuscas del Pollo de los Brillantes, del brigadier Topete, del Rey de las Islas de Calicam, de la Monja de las Llagas, de la Sofi, de la Niña Condesa, de Carifancho y del Barón de Benicarlés, el bujarrón de la voz de cotorrona y el pisar de bailarín. Frente a esa tropa variopinta y desaforada tenemos, gracias a Dios, a un adalid infatigable en la defensa de la legalidad constitucional cuando no anda ocupado en la lectura de la prensa deportiva; su manejo magistral de los tiempos es proverbial y tal vez por ese dominio de las pausas que tan acertadamente gestiona decidió aplicar, tardíamente y de mala gana pese a tener mayoría absoluta en el Senado, el artículo 155 de la Constitución con el añadido inane de una convocatoria electoral extemporánea y absurda cuyos resultados están a la vista porque parte de la clase política catalana continúa la rebelión, alegre y confiada cuando no nostálgica y exiliada. En una palabra, disfrutamos de un genio de la estrategia política que sabe anteponer su supervivencia de aforado a la de la Nación desaforada que tiene la obligación de defender.

Así las cosas y dado que ruge el furor separatista catalán y rumorea el vasco con sordina, propongo que se facilite a la Comunidad autónoma de las provincias vascongadas y a la de Cataluña una vía expedita a la independencia para que entren en el limbo de los estaditos que nadie reconoce, se vete su ingreso en la Unión europea, dejen de sangrar el presupuesto del Reino y adquieran el nivel de insignificancia al que con tanto empeño e insistencia vienen aspirando.