Hoy conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un borrico. Con este acto de humildad, nos muestra así el camino que lo llevará hasta muerte, una muerte en la cruz. Este sacrificio del Señor se actualiza en la eucaristía, en la que pedimos la misericordia que no merecen nuestros pecados. Con el Domingo de Ramos empieza la Semana Santa, en la que intentamos vivir grandes misterios: La institución de la Eucaristía, Misterio de Fe, el Jueves Santo, y el mismo día la institución del sacerdocio Ministerial y el Mandamiento nuevo del amor. Amaos los unos a los otros. En esto- en el amor que practiquéis- conocerán que sois mis discípulos.

Mientras cenaban, tomó pan, y después de bendecir lo partió, se lo dio a ellos y dijo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias a Dios se lo dio y bebieron de él todos. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por muchos».

El Viernes Santo tendremos muy presente el Amor de Cristo a todas las personas. Cristo me amó, y se entregó a la muerte por mí. En la Vigilia Pascual, celebraremos con júbilo la triunfante Resurrección de Cristo.

El Señor Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, «los amó hasta el extremo ( Jn, 13,1)porque nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos». Tanto en el sufrimiento como en la muerte su humanidad se hizo instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres ( Hb,2,10-18).

En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar.

En la víspera de su Pasión, Jesús, en la última cena con sus apóstoles hizo el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre por la salvación de los hombres. El sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos con Él ( Jn 4,10).
Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo para reparar nuestra desobediencia.