El papa Benedicto XVI es un papa que me interesa mucho, no tanto por su cosmovisión sino porque es un hombre muy culto y un pensador muy fino, se esté o no de acuerdo con él. Su vida de Jesús, además de no ser nada dogmática, es una maravilla de sencillez y a la vez de hondura, un libro que hay que leer aunque no se sea católico, ni apostólico ni romano. Al papa Francisco ya lo veo de otra forma. De entrada un papa con acento porteño y con voseo, eso ya no cuadra en mis esquemas renacentistas. Al Papa me lo imagino como a Benedicto o como a Julio II gritándole a Miguel Ángel que termine de una vez la capilla Sixtina. A Benedicto se le acusó de derechista, pero Francisco vivió in situ los años más cruentos de la dictadura argentina, cuando asesinaban a los opositores tirándolos de los aviones. A veces da la impresión que el Santo Padre en funciones quiere conciliarse con algo, como que quiere que no lo tachen de conservador cuando eso es imposible porque no hay nada más conservador que la Iglesia y sus ritos que por otra parte cuando se hacen bien, como decía Boadella, son tan teatrales y magníficos. Los progres apenas dicen nada de Francisco y Francisco se acerca a ellos, y ha conseguido ser un papa asimilado por ellos, pero no contento ha querido que se le conozca también por sus ideas teológicas y en ese punto sí que hace aguas. Benedicto que con elegancia ha pasado de la teología lunfarda del papa Francisco le ha escrito una fina carta al jefe del dicasterio de comunicación del Vaticano marcando distancias. La carta fue censurada en parte pero finalmente la hemos podido leer con gran regocijo intelectual.