Madrid, capital de España, ha entrado en ebullición. Es seguro que en el resto del país la política se vive de otra manera. Hay más sosiego o por lo menos la tensión entre partidos está muy lejos de alcanzar el umbral alcanzado en Madrid en donde solo hay un punto en el que todos coinciden: Madrid es la batalla decisiva cara a las elecciones generales. Realmente no es una regla incontestable que quien gana las municipales o autonómicas gana las generales pero así lo están metabolizando todas las formaciones políticas.

Está fuera de duda que ha sido el caso Cifuentes el detonante de los nervios propios --los del PP-- y de rebote el de todos los demás. Ahí está la polémica, que es muy seria, surgida con la lista de Iñigo Errejón que ha confirmado que propuso a Carolina Bescansa como numero dos. Ella ha renunciado pero el gesto de Errejón no va a pasar desapercibido por Pablo Iglesias. Los desencuentros entre ambos son conocidos y se saldaron con el triunfo de Iglesias en el último Vista Alegre. Cuando se escriben estas líneas no se conoce la reacción de Iglesias, pero la habrá. Advirtió aquello de «ni media tontería, Iñigo» y en el entorno de Iglesias se asegura que lo ocurrido es más que «una leve tontería». La polémica ha vuelto a tomar asiento en Podemos y está por ver que finalmente Errejón sea el candidato. Lo sensato seria el acuerdo pero cuando la desconfianza preside las relaciones todo se complica. Todo apunta a que habrá, en privado, nuevas advertencias a Errejón que pretende volar por sí solo y si estira mucho de la cuerda se quedará sin alas. Será Iglesias quien se las corte sin mover una ceja.

De menor entidad pero también con previsibles y sutiles consecuencias es la noticia conocida de las conversaciones entre el PSM y Carmena, actual alcaldesa de Madrid. La cosa ha quedado en nada para los socialistas que irán a las elecciones municipales con candidato/ta que será de sus filas. El problema es para Carmena que con esta historia ha podido generar un agujero negro de desconfianza dentro de quienes le apoyan sin ocultar sus discrepancias. El equipo que rodea a Carmena es punto y aparte. Sin cohesión interna, con discrepancias de fondo entre ellos y de muchos con la propia Carmena que a día de hoy no ha dicho que vaya a repetir como candidata. Podemos y PSOE van a por todas para intentar recuperar el poder perdido hace más de veinte años. Para ambos, el caso Cifuentes se les ha presentado como la gran ocasión pero parecen dispuestos a perderla con polémicas y movimientos internos que, cuando menos, generan desconcierto entre los eventuales votantes. Si duda, son el PP y Ciudadanos, por motivos bien distintos, los que tienen encima de la mesa una auténtica papeleta. El calendario va agotándose y Cristina Cifuentes no da señal alguna de que vaya a dar un paso atrás. El plazo dado por Ciudadanos acaba el día 30. Todo apunta a que el PP, o mejor dicho, parte del PP, está dispuesta a mantener el pulso con quienes creen son «auténticos justicieros». Entre los populares hay silencio. Están a la espera de acontecimientos y puede ocurrir cualquier cosa. Cualquier cosa menos que Rajoy le llame y le diga «Cristina, tu te vas» y mucho menos cuando cuenta con el apoyo publico y reiterado de María Dolores de Cospedal. En medio de la historia Fernando Martínez Maíllo y la propia dirección nacional que se entera de los acontecimientos por la prensa. Entre el gobierno de Cifuentes y Génova no existe la menor comunicación. La famosa carta de renuncia al master «es cosa de ella».

Ciudadanos, si Cifuentes resiste, tendrá muy complicado volverse atrás y no votar a favor de la moción de censura. La decisión no es para ellos una decisión irrelevante pero no es menos cierto que es un margen autoimpuesto y si el PP cree que Rivera va a dar un paso atrás, se equivoca. Quedan por ver acontecimientos que van a dar mucho de si pese a que lo único cierto es la incertidumbre y es en esta incertidumbre en la que se está comenzando a librar la batalla definitiva llamada Madrid.