No parece extraño que el conseller Vicenç Vidal prefiera que Ruth Mateu no se hubiese presentado a una plaza para trabajar en el Ibanat. Excepto Més per Mallorca, partido al que no le causa ningún reparo tener a una imputada en su ejecutiva (con lo que ellos fueron en su día, quién nos lo iba a decir...) nadie quiere tener cerca a una señora que demuestra una catadura moral tan exigua, pese a lo cual llegó a ser consellera de Transparencia, Cultura y Participación del Govern entre 2016 y 2017, para escarnio de la presidenta Armengol que la nombró y por extensión de toda la ciudadanía de Balears. Pero en democracia todo pueblo tiene los gobernantes que merece. Ahora volveremos a pagar el sueldo a una señora que aunque es licenciada en Derecho, prefiere siempre el sector público a la empresa privada. Por algo será.

La interfecta declaró ante el juez el pasado miércoles: «Yo como consellera no entraba en los detalles de cómo se contrataban cuestiones inferiores a 500.000 euros». ¡Menuda defensa! Jaume Matas no lo hubiese hecho mejor. Ese argumento ya lo usó antes cuando dijo no poder controlar todos los contratos menores de su departamento. Además, cree que en torno a este asunto se ha hecho «una bola» y que su dimisión contribuyó a hacerla aún «más grande». Hace falta desvergüenza. Ruth Mateu también dijo a los periodistas: «Quiero pensar que todos los trabajos eran necesarios, se hicieron y se están realizando actualmente». Quiere pensar.

Esta confianza en que todo estaba correcto denota una despreocupación censurable, sobre todo para alguien que hace años testificó ante la Audiencia Provincial en el caso Scala. Entonces dijo que el conseller Josep Joan Cardona tenía que saber lo que pasaba en aquel organismo dependiente de su conselleria, aunque no sabía si eso era así. Cardona pronto cumplirá 4 años de internamiento en la cárcel de Ibiza, de los 16 años a que fue sentenciado. Ruth Mateu confesó entonces que jamás le dijo a nadie las irregularidades que estaba harta de ver en el CDEIB. Ahora que es ella la investigada, ¿qué va a decir? Hace falta cara dura para considerar en su día que Cardona tenía que saber lo que pasaba y ahora escudarse en que ella no estaba en esas minucias y que no sabía nada de los contratos menores. Pues tenía que saberlo. Como Cardona.