Hace quinientos años el mundo dio un vuelco poniendo fin a la Edad Media –cuando el progreso alcanzado por egipcios, griegos y romanos en la Antigüedad se esfumó– y arrancó una era de progreso de la que aún recogemos los frutos. Y una de las claves de ese proceso de liberarse de las viejas ataduras fue la abolición de los gremios medievales, un sistema férreo que garantizaba el control laboral y de calidad a los mandamases de la estructura gremial, a base de aniquilar la competencia. Eso propició varios siglos de pobreza, ignorancia, estancamiento, superchería y miedo al dominante. Una sociedad anquilosada, siempre al servicio del clero y la nobleza. La reflexión viene a cuento de lo que está pasando ahora mismo en Balears, donde gobiernan unas personas a las que, probablemente, les encantaría que volvieran aquellos tiempos de conformismo y paralización por falta de iniciativa. Los poderosos de hoy ya no son clérigos y aristócratas –aunque aún tienen lo suyo–, sino las grandes corporaciones, la banca y el dinero. Y no se mueve un pelo sin su control. Lo triste es que los que dirigen esta comunidad se dicen socialistas, comunistas, ecologistas y no sé cuántas cosas más que quedan muy bien de cara a la galería. Pero lo que cuentan son los hechos y no las etiquetas. Y lo que hacen, de facto, es estrangular el progreso, aniquilar la competencia y reducir al pueblo a lo que ya era en la Edad Media: pagadores de impuestos. Sirviendo sin disimulo a los intereses de los hoteleros, ahora –que ya nos han dicho cómo, cuándo y a quién podemos alquilar nuestras propiedades–, no contentos con cercenar nuestras libertades individuales hasta ese punto, pretenden ir más allá. Y nos dicen cómo, cuándo y a quién podemos alquilar una habitación de nuestra casa. ¿Socialistas? Qué risa, nunca vi a nadie favorecer de una forma tan clara al gran capital.