La semana pasada el juez Manuel Penalva hizo unas declaraciones criticando que «los testigos protegidos están desamparados». Vamos, que como él ha sido apartado del caso Cursach por pérdida de imparcialidad y ahora instruye el juez Miquel Florit, las cosas no se harán como es debido. Florit debería pedir amparo, porque esto sí que es un ataque a su independencia, agravado porque viene de otro colega. Realmente si les preguntásemos a los manifestantes contra la sentencia de ‘La Manada’, muchos dirán que también están desprotegidas las víctimas. Al final no habrá nadie en este país que esté debidamente protegido. Excepto el propio Penalva, que lleva pistola. Además recibió amparo del Consejo General del Poder Judicial. Si por aquellas pequeñas concentraciones de trabajadores preocupados -y con razón- por su futuro laboral, se le otorgó amparo, ¿qué se hará ahora con los magistrados de la Audiencia de Navarra, públicamente vilipendiados?

La judicatura se encuentra otra vez en el ojo del huracán tras la polémica sentencia que, aunque no lo parezca, es condenatoria. No tanto como desearíamos seguramente, pero no absuelve sino que condena. Impacta la avalancha de críticas a unos veteranos magistrados que han optado por juzgar unos hechos como abuso sexual y no como violación. Ponemos a unos expertos en Derecho, con amplia experiencia enjuiciando crímenes, para que valoren unos hechos y van ellos y se les ocurre hacerlo sin atender a las tertulias de los programas de la tele, ni a Twitter, ni a las «firmas» recogidas en Change.org. ¡Qué inconscientes! Porque #YoSiTeCreo: no es abuso, es violación. Ahora las cosas van así.

Crítica descarnada contra una sentencia que ha generado indignación. Pero el «tribunal popular» de las redes sociales ya se declaró sulfurado antes aún de la sentencia, sin haber presenciado el juicio, sin haber analizado las pruebas, ni los vídeos, ni los testimonios. ‘La Manada’ estaba condenada hace tiempo por el populacho, que sabe más de leyes y está más enterada de los detalles. Los jueces debieron hacer lo que se les exigía, con la severidad que se les exigía; y aquí paz y después gloria. Ahora también criticamos que las condenas no sean lo suficientemente severas que queremos. De repente han surgido legiones de justicieros y justicieras. Emulando a Penalva, que no tiene afán de protagonismo, pero se resiste a perderlo.