Los presupuestos del Estado presentan una recaudación histórica de 210.000 euros, que incluye 30.000 millones de euros procedentes de las sociedades y 65.000 millones de euros que vienen del IVA. Hay un techo de gasto de 120.000 euros y hay sobrante para ir pagando deuda y comenzar a trabajar no en repartirlo aceleradamente como se va a hacer, sino para plantearnos qué queremos hacer con este país y qué rumbo va a tomar. Repartir pasta a troche y moche es lo más fácil de hacer: tantos millones para que se siga tirando el dinero en Cataluña en el posprocés, tantos millones para que Carmena llene la Gran Vía de bloques de hormigón que aquello parece el muro de Berlín o para que Colau los desvíe a los contraculturales y alternativos; pero de los grandes temas que de verdad interesan, de esos no se habla. La política energética cómo va a ser para que no paguemos esas barbaridades que pagamos por la luz. ¿Cómo se va a abordar a las eléctricas? ¿Cómo vamos a conseguir fuentes de energía más baratas a medio plazo?, incluso en España. Todo eso lleva tiempo y necesita recursos. El asunto del agua que impide el desarrollo agrícola de muchas zonas, ¿qué pasa con eso? O los ríos son ya de propiedad autonómica y cada autonomía va a darle la espalda al vecino. ¿La reforestación a gran escala? Se va a abordar o somos todos ecologistas de boquilla y porro. Qué organismos del Estado sobran y podemos quitar y ahorrar y qué otros faltan para que las empresas tengan apoyo exportador de verdad. Como vamos a modernizar la penosa Administración con muchos que no pegan palo al agua. El electoralismo permanente ha conseguido que no se planifique nada. Vamos de año en año, apurando un presente con escaso futuro.