No deja de ser curioso, a la vez que gracioso, escuchar a Bel Oliver, reputada e incombustible dirigente y militante del PSIB, justificar las diferencias que mantienen con su dirección federal; o como dirían, con Madrid y/o Pedro Sánchez, sobre la aplicación del artículo 155 de la Constitución en el ámbito catalán.

Ella, que suele hablar casi siempre por boca de ganso de la secretaria general, la también reconocida nacionalista, Francina Armengol, plantea, una vez más, la inconveniencia de su aplicación proponiendo a cambio, la solución ambigua y podemita de hablar y entenderse. Así, como si eso fuera fácil o como si la voluntad de Pedro Sánchez fuera la contraria.

Este PSIB, que las encuestas sitúan como cuarta fuerza política, que resulta ineficaz en la gestión de aquellas instituciones que gobierna, que ha conseguido difuminar su perfil de un PSOE integrador y progresista, defensor de las clases medias y trabajadoras de este país, anteponedor de las personas, con conciencia social, y que muestra su perfil más preocupado por el discurso territorial, la lengua en el punto que separa, instalado en la continua petición de comprensión de sus reiteradas discrepancias con sus jefes de Madrid, arruinando un partido que fue referencia del progresismo y la izquierda balear.

El final ya es conocido, y será algo parecido a lo que ocurrió en el PSC, que cuando llegó la hecatombe electoral y no hubo cargos para todos, empezaron los abandonos, dejando al partido en la ruina electoral y casi en la insignificancia institucional, siendo sorpasado por Ciudadanos y casi al mismo nivel de la CUP. En el PSIB, cuando los que ahora dirigen el partido, por su ineficacia y mal hacer se queden sin cargo, también abandonarán el partido, igual que hizo Ernest Maragall entre otros, para enarbolar la esencias del nacionalismo patrio: la República de los Países Catalanes y la libertad sin presos políticos, salvo que sean ellos los contradichos. En este caso crearán rápidamente una gestora, defenestrarán a quien haga falta y echarán a todo aquel que les moleste para conseguir su objetivo.

No son conscientes de que se les conoce, de que han perdido toda credibilidad política, de que su futuro es más gris que blanco y de que el apoyo social que les queda no va mucho más allá de los estómagos agradecidos que se mantienen en su pequeño círculo endogámico.

Ellos serán la ruina de Pedro Sánchez, los que harán que su proyecto estatal no triunfe. La falta de autoridad del secretario general para poner firmes a estos continuos díscolos con ideario político alejado del socialismo y empeñados en crear los Países Catalanes y abandonar todo aquello que pueda oler a España, hará que el PSOE no pueda tener el mismo discurso y pueda decir lo mismo en todo el estado, por mucho que ahora sean muy bravucones en las islas y dóciles y serviles cuando ponen el primer pie en el aeropuerto Adolfo Suárez.