Un barco de motor perfectamente identificado, el Harmonya, se encuentra fondeado a cuarenta metros de la costa de San Antonio, frente a Caló des Moro y Salt d´en Portes. Tiene 28 metros de eslora y una graciosa línea clásica. Pero se dedica a joder a cientos de vecinos de forma nada armoniosa, sin respeto alguno por residentes, turistas y mucho menos por la Guardia Civil o Policía Local, que se confiesan impotentes y son clamorosamente burlados.
El Harmonya lleva varios días y noches de fiesta, como si fuera una discoteca flotante, ensordeciendo con su bakalao las casas vecinas, con un gilipollas calvo (¿será el patrón o el armador?) que recita incoherencias en inglés por un maldito micrófono. Los cientos de llamadas y quejas a las centralitas de nada sirven. Los atónitos caminantes y bañistas les llaman hijoputas, narcotraficantes, mafiosos (términos convenientes a la vista del percal) mientras los tripulantes se dirigen en zodiac al puerto a recoger nuevos capullos para su estruendo de mierda.
El desamparo es total e invita a tomarse la justicia por su mano. En otra época, como decía un pescador, los ibicencos les hubieran arrojado frascos de fuego a la cubierta. Actualmente hay taquicardias, ataques de ansiedad, gente que huye de las casas vibrantes… y quejas por la negligencia del Consell o el Ayuntamiento, por la falta de legislación, por la terrible falta de voluntad para poner freno a conductas intolerables. (Hay lanchas para vigilar los Illots de Ponent y proteger a sus gaviotas, o para investigar a Cristiano Ronaldo, pero no para poner coto a tales desmanes en plena costa urbana).