Adiós Ibiza. Esta es una carta de despedida. El lunes 20 de marzo de 2017 tomaba posesión como Secretario General de la máxima institución de la isla, ya sabiendo que esta iba a ser una relación de entre uno y dos años, pues a pesar de que podía cubrir el puesto en propiedad, decidí que era mejor venir con una comisión de servicios vinculada cronológicamente a la implantación de un proyecto de mejora del Consell Insular. Vine por tanto de forma temporal, con lo cual la decisión no era tanto el irse (algo que ya se sabía) como el cuándo.

Llegó el cuándo, que es ya mismo (el 30 de junio), y siento que debo despedirme. Mi lema para muchas cosas es aportar, portarse y apartarse, un planteamiento que suele ser muy positivo para todos y en el que me siento cómodo. Un planteamiento que por desgracia también es raro, en una época en la que nos aferramos a los cargos como si fueran nuestros.

Y era mejor así porque ya sabíamos que iba a suponer un esfuerzo personal grande, y aunque así ha sido por supuesto ha valido la pena. Un esfuerzo, el de estar fuera de casa, el de los vuelos, los madrugones de los lunes, que ha sido mucho más llevadero gracias a algunas personas que hasta hace poco más de un año no conocía y que ahora ya puedo llamar amigos durante toda la vida (y ellos a mí), personas del propio Consell, personas del mundo del deporte ibicenco (especialmente mis compañeros entrenadores y mis jugadoras del cadete del Can Cantó Ibiza Basket), y las pocas personas de algunos otros ámbitos que se han acercado a mi con total desinterés.

Sobre el proyecto de mejora, y sobre todo, sobre si se ha mejorado o no, que cada cual opine libremente. No obstante he dejado por escrito una memoria de gestión, que es lo que deben hacer los profesionales y los responsables públicos que rinden cuentas. Un documento que está lleno de datos, que está a disposición de todos ustedes, y que permitirá objetivizar todas esas opiniones, porque algunas, afortunadamente las menos, las cargan los siete pecados capitales (o quizá sólo alguno de ellos).

Lo cierto es que varios meses después, y con toda una serie de hitos implantados o bien encaminados que redundarán en un mejor servicio público, estoy muy satisfecho con el trabajo realizado. Con el mío propio, pero sobre todo con el de mis compañeros. Muchas gracias a los que me habéis seguido y apoyado desde el principio, y también gracias, y lo digo de corazón, a los que estabais más reacios a los cambios pero que finalmente os habéis subido al carro, porque con esta actitud habéis demostrado amplitud de miras y vocación de servicio público. La resistencia al cambio es normal; todos pasamos por procesos similares a lo largo de la vida.

Por mi parte he dado todo lo que tenía, no me he guardado nada. He trabajado hasta el último día; he trabajado en mi despacho, en mi portátil y sobre todo en mi cabeza; he trabajado con vosotros en todas partes; he trabajado renunciando a días de vacaciones y asuntos propios porque «año y pico» parecía mucho tiempo pero en realidad ha pasado muy rápido, y conforme se iba acercando esta fecha queríamos reducir al mínimo el número de hitos que aún quedaban por hacer o por «encarrilar». He intentado ser honesto en todo momento, y comportarme siempre de manera legal, profesional y leal a las personas y por supuesto a los intereses de la institución y de la isla. He intentado ser innovador; por supuesto manteniendo el rigor legal pero siendo al mismo tiempo creativo. No era fácil. Si por el camino he cometido errores (casi seguro) o he ofendido a alguien (espero que no), pido sinceras disculpas. Si dijera que no nos hemos equivocado significaría que no hemos hecho demasiado. Somos de los que pecan por acción y no por omisión, qué duda cabe a estas alturas de la vida. Somos, y lo digo sin un ápice de vanidad, de los que tiran el penalti y a veces lo fallan (fallar no es lo mismo que errar por cierto). Pero para eso vine también, y creo que en este partido hemos ganado todos. El CIE es ahora mejor (me remito de nuevo a la memoria de gestión), más eficaz y mucho más eficiente. En los últimos meses nos hemos modernizado; hemos mejorado mucho en coordinación, organización, funcionamiento, gestión, eliminación de burocracia... Hemos mejorado en servicio público y servicio al público, al sufrido contribuyente a quien por cierto también pido disculpas por las inevitables molestias ocasionadas durante el proceso de transición. La Administración es como un iceberg, y para que ustedes perciban un buen servicio antes debemos trabajar y reorganizar la parte sumergida de la roca, la que no se ve pero que es infinitamente más grande, e incluso más importante, porque es el backoffice sobre el que se apoya la parte visible. Por tanto hemos tenido que trabajar, y mucho, la parte interna, y es por ello que aún no tiene demasiada visibilidad ese trabajo enorme realizado. Pero la tendrá. Porque ahora el Consell es mejor, mucho mejor, se lo garantizo. Y yo también soy mejor. Esta experiencia me ha permitido crecer profesional y personalmente. Gracias por esta oportunidad. Fue un acierto venir, al igual que es un acierto dejarlo en este momento.

Ahora otros deben seguir. No hace falta que sea una persona la que asuma exactamente el mismo rol, sino que pueden o incluso deben coger el testigo varias manos, quizá un poco entre todos, y en todo caso de una manera más repartida y compartida, porque ahora sabemos trabajar de una manera mucho más coordinada. Ya se ha implantado el método, las herramientas. La clave es esta coordinación, la cooperación y la comunicación. También la cordialidad, y por qué no decirlo, el buen humor. Durante mi etapa he procurado reunirme y dialogar constantemente con todo el mundo. He intentado dirigir, empoderar, asesorar y motivar. Siento que hemos trabajado codo con codo. Este es un deporte colectivo, de ganar o perder juntos, y siempre de avanzar. Es así como salen los proyectos: avanzando. Y todo con una buena actitud. La tecnología es instrumental; quienes cuentan son (somos) las personas. Sin embargo, y no es contradictorio, nadie es imprescindible a nivel individual. Por eso no es tan importante un jugador, ni siquiera el entrenador, porque lo que importa es el equipo.

Y los valores. En mi ejercicio profesional me han servido mucho más los valores que me transmitieron mis padres (educación, sinceridad, disciplina, amabilidad, diálogo, esfuerzo...) que todo lo que he estudiado en la vida, que aún siendo mucho no me ha dado las herramientas para solucionar los problemas del día a día, que en la gestión pública son muchos. Algún día nos daremos cuenta de que tanto máster no sirve para (casi) nada, y de que hay que cambiar el sistema de selección de los empleados públicos. Entramos en lo público sabiendo la teoría, pensando que esto de ser funcionario iba de saberse unos temas o de cumplir un horario de 8 a 15h.

Pero esto iba de otra cosa: de solucionar los problemas de las personas de una manera legal, amable, eficiente e inteligente. Desde luego no es sencillo pero el objetivo es este, no otro, y hay que tenerlo claro y presente en todo momento.

Y es así como he aportado, me he portado y me he apartado. Y aunque hablo en primera persona, porque al fin y al cabo esta es mi carta de despedida, este ha sido y es, insisto, un trabajo de equipo. Todo se ha conseguido, y se seguirá consiguiendo, desde el esfuerzo colectivo, con la imprescindible colaboración de todas (y entre todas) las personas que trabajan en esta casa llamaba Consell Insular d’Eivissa, y con la suerte para todos de que aunque yo me voy ellos se quedan. Desde aquí pongo en valor el trabajo de los empleados públicos, a veces denostados por la sociedad cuando en realidad es la actitud de muy pocos la que da esa mala fama al resto. De esos pocos soy el primero que reniega, pero por los demás, a quienes llamo compañeros, doy la cara sin dudarlo.

Están puestos los cimientos de la Ibiza del futuro. Estoy convencido de que seguiréis en la misma línea porque habéis entendido que este es el camino correcto. Lo contrario, eso que no va a ocurrir, sería un error. Ojalá Ibiza acabe siendo la mejor Smart Island del mundo, un destino turístico inteligente en el que una alta calidad de vida de los residentes sea compatible con un turismo potente pero sostenible. Lo tiene todo para ello. Me importa mucho lo que le pase a esta isla porque, llámenme cursi, uno se implica emocionalmente en lo que hace. No podría ser de otra manera después de un año, tres meses y diez días de mi trabajo, y de mi vida.

Esa misma vida que tiene un tiempo limitado que estamos obligados a aprovechar, y en la que, al menos así lo pienso, debemos asumir nuevos retos que nos acerquen a una plena realización profesional y personal. Esa vida que ahora sigue y en la que debemos seguir sumando, ya en otros sitios, todo lo que podamos.
Sumar, aportar.

Portarse.

Y apartar(se).

De modo que adiós, y gracias.

Esta era una carta de despedida. No tenía mayores pretensiones ni quería mostrarlas. No quería, ni necesitaba, demostrar nada.

Pero sí quería despedirme.

Ha sido una bonita etapa. Me voy contento y agradecido.

Adiós isla de Ibiza.

Adiós Consell Insular.

Adiós Can Cantó Ibiza Basket.

Adiós Miss Saigon, donde iba a comer a menudo.

Adiós amigos (ellos saben quienes son y no necesitan que los nombre).

Adiós... ¡Y muchas gracias!