El pasado sábado se celebró la manifestación del Orgullo LGTBI que por primera vez en la historia contó con la asistencia de dos ministros del Gobierno, Marlaska y Montón supieron estar a la altura. Que pena lo de Màxim Huerta y sus líos con Hacienda porque ya hubiese sido lo más tenerlo ahí. El presidente Pedro Sánchez ha perdido una oportunidad de oro para lucirse y ser él mismo el que encabezase la manifestación como hizo en su día su homólogo canadiense Trudeau y que tanta admiración despierta entre el colectivo LGTBI internacional. Tenemos al gobierno más friendly del mundo mundial y el Presidente debe estar a la altura; a ver si el año que viene se arremanga y se moja un poco más. Los que se comieron un buen mojón fueron los del PP que no fueron invitados por la organización para ponerse en la pancarta principal después del feo que hicieron el año pasado y lo peor es que van de pobres víctimas del maligno y terrible lobby rosa. La que sigue siendo la estrella indiscutible del Orgullo madrileño es la abuela Manuela, que con su apoyo incondicional y sus ya famosos discursos al acabar la marcha la están convirtiendo en imprescindible. Hacen falta en España muchas Carmenas para volver a cobrar la ilusión. El lema de este año era en apoyo a las personas trans que a día de yo siguen siendo las más discriminadas incluso entre el propio colectivo. Lo mejor del Orgullo es que se ha convertido en una reivindicación de todos, todas y todes, en el que caben niños y mayores, LGTBI o heteros, de izquierdas y de menos izquierda. Ha costado muchos años pero al menos hemos logrado que menos los de VoX y cuatro peperos nostálgicos de anteriores regímenes todos los partidos hayan asumido como propias las reclamaciones del colectivo LGTBI. Sintámonos orgulloses los 365 días del año.