Seguro que Armengol se guarda un as en la manga sobre la visita de Sánchez al Consolat. No es posible que tan improductiva reunión, sin ni un solo compromiso del presidente del Gobierno, pueda provocar tanta euforia a la balear. Ya sabemos que la elección de Sánchez es más producto del azar que de la lógica política, que hasta Armengol apostó por Patxi López en lugar por el actual presidente, pero convendría que la presidenta balear, la presidenta de todos, se quitase el traje de dirigente socialista y asumise el rol que le corresponde. ¿Se ha comprometido Sánchez a aprobar el Régimen Especial de Balears en los próximos meses? No. ¿Ha tenido la intención de devolver a Balears los millones del convenio de carreteras que la ministra Álvarez quitó ilegalmente hace ya más de una década? No se ha hablado del tema. ¿Acaso Sánchez ha llegado a la conclusión que para beneficiar los intereses de Balears hay que reformar el sistema de financiación de las comunidades autónomas con urgencia? Ya ha dicho que no le da tiempo. ¿Tiene intención el presidente de derogar la reforma laboral que según el PSOE y el resto de las fuerzas de izquierdas ha sido tan perniciosa para la economía? No. Entonces, ¿a qué se debe tanta felicidad? ¿Acaso la sola presencia de Sánchez en los despachos del Consolat ha hecho olvidar a la presidenta balear todas las reivindicaciones que tenía apuntadas para Rajoy? Una vez que Montoro no está, ¿cuál será la excusa ante la opinión pública? El resumen de la visita al Consolat se puede resumir muy fácilmente. Llegó, le regalaron una cesta de productos mallorquines que se llevó a Moncloa en su avión particular y no se comprometió a nada más. Como ha ocurrido con González, Aznar, Zapatero y Rajoy, Sánchez no mostró el mínimo interés por los problemas de Balears. Pese a todo, muchas sonrisas y una euforia difícil de aceptar.