Tras la muerte de Kofi Annan el mundo es un lugar peor porque se ha ido un gran hombre y seguramente el mejor secretario general que ha tenido la ONU. Tras el mandato poco lucido de Boutros Ghali, el ghanés Kofi Annan se convirtió en el primer secretario de raza negra en llegar a manejar los hilos de la tan necesaria a la par que poco valorada Organización de las Naciones Unidas. Puso toda la carne en el asador en la lucha contra el SIDA sobre todo en los países del Tercer Mundo. No podía permitir que la enfermedad se utilizase como estigma para prostitutas, homosexuales o drogadictos. Se partió la cara buscando proteger a los civiles que vivían y sobrevivían en zonas de conflicto. Hizo suya la batalla contra la pobreza. No supo ni quiso entender cómo los gobiernos europeos se escudaron en la crisis para dejar desamparados a millones de ciudadanos castigados por los recortes. Se enfrentó como pudo a EE.UU. porque tenía claro que era absurdo atacar a Irak tras los atentados del 11-S y más después de comprobar que no había armas químicas ni tampoco relación con el ataque a las Torres Gemelas. Tanto fue un buen hombre que bajo su mandato le dieron el Nobel de la Paz. Después de Nelson Mandela seguramente Annan sea el africano más relevante en la historia contemporánea y curiosamente los dos fueron dos grandes personajes que lucharon por la paz y contra la desigualdad. No podemos olvidar su cruzada en favor de los refugiados de los que decía que «enriquecen nuestras vidas». Después de él la ONU no volvió a ser lo mismo y de hecho a día de hoy ni se sabe del actual secretario general cuya labor es gris y mediocre. Son tiempos oscuros en todo el mundo y hoy más que nunca necesitamos que haya más Kofi Annan y menos Trump y Putin.