En diciembre el Sol se pone a las cinco de la tarde mientras que en junio lo hace a las diez de la noche. El cambio de hora fomenta un desequilibrio nada natural, especialmente en Baleares, pues de Mahón a Pontevedra hay un buen trecho. Ahora pretenden que tengamos la misma hora de Canarias todo el año, o sea mantener el horario de invierno. Yo, al contrario que el voluble monclovita, propongo que nuestro archipiélago tenga siempre el horario de verano y ser anunciados por las estupendas chicas del tiempo: «Una hora más en Baleares». Así viajeros y nativos ociosos (abundan después de noviembre) podremos pegarnos a las sábanas sin la sensación de haber perdido todo el día al desayunar cuando el mundo industrial almuerza; disfrutaremos de pasear una hora más en la tarde; estiraremos la sobremesa tras una suculenta tortilla en Santa Inés para brindar –ya con algo más fuerte que un buen vino de Buscastell— mientras nos perdemos bajo los almendros en flor; los colegiales podrán salir de sus celdas y jugar a otra cosa que no sea la consola… y sería a todas luces un buen reclamo para turistas de hivern. También actuaría como factor antidepresivo, pues con el sádico cambio horario las calles de los pueblos pitiusos quedan vacías y se escucha el aullido de los lobos solitarios. Además la factura de la luz no para de subir, y a no ser que dispongas de chimenea, amante, piel de oso y coñac en abundancia, el tan cacareado ahorro energético se transforma en una ruina en las casas.
Juguemos la baza insular y geográfica que nos corresponde. Creo que saldríamos ganando en alegría vital.