Gracias a Dios tenemos la oportunidad de comenzar un nuevo mes del año, y en esta ocasión es un mes muy bueno y especial, un mes que se nos tiene que notar todo lo bueno que hemos vivido en lo anterior y a la vez tratar de corregir los fallos y cosas buenas que no hayamos puesto en práctica.

Ahora, poco a poco, después de las vacaciones, vamos poniendo en marcha un nuevo curso: en los colegios y escuelas, en las universidades, Y también se inicia un nuevo curso en nuestra Iglesia Diocesana, en la que los sacerdotes lo hacemos con unos ejercicios espirituales para fortalecer nuestra entrega a Dios y el servicio a los hermanos; así mismo en las comunidades parroquiales, con la práctica de la catequesis para la recepción de los sacramentos, en los movimientos, asociaciones y grupos para comenzar así un nuevo curso pastoral tratando de servir así a la misión evangelizadora que Jesús nos confía con sus palabras autenticas que nos sigue diciendo: «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado».

Este mandato de Jesús es necesario cumplirlo para el bien de nuestra sociedad, de forma que con las acciones evangelizadoras en cada grupo se ayude a que las personas todas y muy especialmente los bautizados tengan un encuentro vivo y bueno con Jesús, que sea transformador de cada uno hacia el bien, un encuentro que nos haga verdaderos y auténticos cristianos.

A este respecto, como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, «desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas (…) con unos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística» (n. 1229). Cada uno, desde su condición, debe procurar que quienes han recibido los sacramentos importantes, como son el bautismo, la confirmación y la comunión se comporten de acuerdo con ello: los padres con sus hijos, los abuelos con sus nietos, lo catequistas con las niños y jóvenes que han educado anteriormente, los buenos profesores de los colegios cristianos con sus alumnos y exalumnos, los amigos con los amigos, en definitiva, cada uno con todos los que pueda.

La secularización que a veces vemos en la sociedad y en las instituciones, la descristianización ambiental, el laicismo excluyente y beligerante, el proceso de alejamiento y el abandono de numerosos bautizados, el debilitamiento de la familia en su tarea educadora y transmisora de la fe, entre otros fenómenos, cuestionan la iniciación cristiana, tal como la seguimos ofreciendo en general. El proceso de iniciación que reciben hoy muchos bautizados es un proceso superficial, discontinuo e incompleto, que difícilmente puede asegurar consistencia y coherencia cristiana. Por eso, hagamos todos una buena y noble evangelización.

Y junto a ello que vayamos aumentando también el servicio de la caridad, que es otro de los mandatos que nos hace Jesús: que sirvamos y ayudemos a todos y muy especialmente a los necesitados. Por eso, os aconsejo que colaboréis con la Caritas diocesana y las Caritas que hay en las parroquias para que se vea que el ser cristiano, el que escucha la palabra de Dios y la transmite a los demás, la cumple también.

Con estas indicaciones os animo y que en Ibiza y Formentera se viva cada vez más y mejor el ser cristianos, discípulos de Cristo y en consecuencia de ello sea cada vez más y mejor nuestro mundo y su sociedad.