Cuando Pedro Sánchez asumió el cargo de Presidente del Gobierno sabía que no lo iba a tener fácil y que tendría que hacer muchas matemáticas políticas para sacar adelante las reformas que tenía en mente y que hasta ahora han brillado por su ausencia. Tener que contentar a la izquierda más radical a la vez que a la derecha más rancia y nacionalista vasca y catalana es una tarea muy complicada casi imposible. En Europa nos llevan décadas de ventaja en esto de las minorías absolutas y su capacidad de negociación y entendimiento nos hace enrojecer de vergüenza en España en donde el enfrentamiento y el cainismo político han convertido a nuestro país en una empresa "ingestionable". Gobernar por decreto ha de ser algo puntual y si no se ve capaz de tener una mayoría parlamentaria debería de empezar a pensar en convocar elecciones anticipadas. Le espera un inicio de curso calentito al dandy socialista que ya debe de empezar a gobernar y a demostrar que otra política es posible a pesar de las trabas que le van poniendo sus socios políticos. Lo mejor que ha hecho hasta ahora Sánchez ha sido lo de volver a la sanidad universal y devolver la tarjeta sanitaria y la dignidad a los inmigrantes que viven y trabajan en nuestro país y a los que Mariano Rajoy les dió la espalda e incluso dejó morir a cambio de unos supustos votos manchados de sangre. Para tener algo de credibilidad en los próximos meses el Gobierno debería derogar de una vez por todas la asquerosa Ley Mordaza. Sentar las bases de una nueva reforma laboral que piense en los trabajadores antes que en las empresas. Apagar el fuego independentista sentándose a negociar con los nacionalistas desde el entendimiento y dejando de lado el 155. Abolir el impuesto al Sol. Una política feminista, igualitaria y progresista es posible.