Pasado el tiempo vacacional de este año, damos inicio, una año más, al curso pastoral, es decir, a ese tiempo en el que dando escucha, acogida y puesta en práctica de la Palabra de Dios, a lo que me refería en mi artículo del pasado domingo, vamos a tener actividades buenas y cristianas para vivir en el mundo como nos corresponde vivir pues para eso nos ha creado y nos ayuda Dios. Así pues, después de la pausa veraniega, nos disponemos como Iglesia diocesana a iniciar un nuevo curso y a retomar las tareas en los servicios diocesanos, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos, asociaciones y grupos.

Actividades en estos días, pues, van ayudándonos a ello, Así, los sacerdotes de la diócesis nos hemos reunido una semana en la Casa de Espiritualidad de Es Cubells haciendo unos buenos ejercicios espirituales que nos ha predicado el Obispo Monseñor Juan María Uriarte, Obispo emérito de San Sebastián.

Los padres casi inscribiendo en estos días a vuestros hijos en las catequesis de las parroquias para prepararse a los Sacramentos de Comunión y Confirmación, y además, y eso es importante, también los inscribís en las clases de religión en los colegios. E inscribir a los hijos en las catequesis de las parroquias y en las clases de religión de los colegios es importante porque así los niños y los jóvenes reciben buena formación en la familia, en la parroquia y en el colegio.

Los grupos, las cofradías, las asociaciones religiosas, etc. van pues retomando las actividades para vivir y comportarse así como es bueno y noble.

El curso pastoral es bueno e importante. Con las actividades que en la Diócesis, en las parroquias, en los grupos y cofradías ir sabiendo hacer las cosas para , llevar a las personas y a las familias al encuentro con Jesús y su Evangelio, para hacer de nuestros bautizados verdaderos cristianos que sean discípulos y misioneros, para hacer de nuestras familias verdaderas familias cristianas donde se viva y desde donde se anuncie la belleza del Evangelio del amor, del matrimonio y de la familia, y de hacer de nuestras parroquias verdaderas comunidades cristianas, comunidades de discípulos misioneros, células vivas de la Iglesia diocesana.

Sin contar con la presencia viva del Señor Resucitado y la acción del Espíritu Santo no podemos hacer nada bueno. Recordemos el pasaje evangélico de la pesca abundante. Los discípulos han estado faenando toda la noche y no han pescado nada. Jesús les invita a remar mar adentro y echar de nuevo las redes.

Pedro, a pesar de su queja inicial por la ausencia de pesca durante toda la noche, le dirá: “En tu nombre, Señor, echaremos las redes”. ¿Qué es lo que cambia en aquellos hombres que pasan de la queja a echar de nuevo las redes? En el fondo cambia su actitud. Hasta entonces habían pescado en su barca y con sus propias fuerzas. Por la invitación del Señor aquellos rudos pescadores pasan de ponerlo todo en sus fuerzas a creer y confiar plenamente en Jesús: ahí está el secreto de la pesca abundante.

Por eso es necesario hacer que nuestras actividades cuenten con la oración, la actividad común y la escucha de la Palabra que nos dirige Dios. Nuestra vida es buena si ponemos a Jesús en el centro, abriendo nuestro corazón y nuestra tarea a la acción del Espíritu.
Sólo así, confiando en su Palabra no nos quedaremos en la queja y la dificultad, sino que confiaremos sobre todo en su presencia y en su llamada a seguir evangelizando por el camino que Él nos muestra a través de nuestra Iglesia diocesana, que es, a la vez, suya. Dejemos nuestros miedos y escepticismos. Confiemos en el Señor que dirige la barca de nuestra Iglesia. Él impulsa nuestra tarea con su gracia y la fuerza del Espíritu.