El pasado 15 de septiembre, con motivo del Día Mundial de la Limpieza, diversas entidades ecologistas recogieron más de dos toneladas de basura de las playas de Ibiza, gracias a la desinteresada colaboración de más de 1.500 voluntarios. De entre toda la basura, se recogieron 20 kilos de colillas, compuestas por un material que tarda una década en descomponerse y que libera gran parte de sus componentes nocivos cuando entra en contacto con el agua. Por mucho que las colillas se entierren en la arena (un acto ya de por sí incívico), la mayoría de ellas terminan en el mar, lo que implica una amenaza para la biodiversidad y contaminación para la cadena alimentaria. Hace tres años, el Ayuntamiento de Santa Eulària aprobó por unanimidad que la playa de la localidad fuera la primera de Balears «sin humo». Carmen Ferrer, primera teniente de alcalde de Santa Eulària, explicó que si la experiencia era positiva se podía extender a otras playas. Del mismo modo, Vila declaró zona libre de humos la playa de ses Figueres, en la zona de Talamanca, y colocó señales informativas y ceniceros en la entrada de los puntos de acceso para depositar las colillas. Son programas piloto que sirven como elemento de persuasión pero que no implican sanciones para quienes las incumplen. Por eso sería interesante conocer la valoración que hacen los equipos de gobierno de Santa Eulària y Vila sobre estas iniciativas, y si se plantean exportarlas a otras playas de sus municipios, ya que las medidas de prevención y concienciación son claramente insuficientes. Unas medidas que podrían ser imitadas por los ayuntamientos de Sant Antoni, Sant Josep y Sant Joan, donde lamentablemente no hay ninguna playa libre de tabaco. Y es que hay ciudadanos que solo respetan las normas de civismo básicas cuando es por la vía de la prohibición y la sanción.